| viernes, 24 de junio de 2011 h |

Qué dos compañías critican abiertamente el celo selectivo que, a su juicio, demuestra Zamarriego a la hora de ejercer su trabajo?

Qué pope del sector presume textualmente de comer, cenar y tomar copas todos los días con un alto cargo del Ministerio de Sanidad?

Qué candidatura de izquierdas se está conformando en el Colegio de Madrid, con el ánimo de suceder a Fariña?

A qué candidato planea apoyar Uniteco, con el fin de impedir a Alarilla hacerse con el poder?

Qué organización volvió a hacer el ridículo al apostar abiertamente por Tomás Gómez en Madrid?

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

La industria farmacéutica no está para bromas. El drástico tijeretazo aprobado por el Gobierno el pasado año llevó ya a numerosas compañías a recortar partidas de gasto tradicionales en las que la opulencia era antaño la nota dominante. Coincidiendo con el cambio social de tendencia, que indica que muchas veces es más ya el ciudadano el que prescribe que el propio médico, dada la amplia difusión existente sobre las posibilidades terapéuticas para el tratamiento de una determinada enfermedad, los laboratorios van a dar ahora una nueva vuelta de tuerca a sus estrategia convencional. Si hace meses recortaron viajes y asistencia a congresos para los facultativos, restringieron la financiación de materiales formativos y de publicaciones, y redujeron asignaciones para marketing y actividades de divulgación profesional, en estos momentos algunas compañías plantean aprovechar la llegada del verano para dar un giro aún más radical a los planteamientos tradicionales y cerrar totalmente el grifo a este tipo de actividades.

La idea es eliminar toda clase de subvenciones o ayudas para la asistencia a simposios, congresos o eventos científicos cuando éstos se celebren en ciudades situadas en el extranjero. La excepción podría ser la financiación del desplazamiento, la manutención y el alojamiento cuando el médico en cuestión sea uno de los ponentes del evento. Sólo eso. Cuando el acto o congreso se celebre dentro de España, la tónica será similar: se dará una ayuda tan pequeña para el desplazamiento a otra provincia, que al médico le resultará más rentable acudir en su propio vehículo. Además, los clásicos almuerzos visitador-médico quedarán vetados o ceñidos a menús que, en el mejor de los casos, no podrán superar los cien euros para dos personas. José Zamarriego se va a quedar sin trabajo de golpe, desde su unidad deontológica de Farmaindustria.

El recorte prácticamente a cero de la actividad promocional va a ser secundado por numerosas compañías y sus consecuencias serán importantes para la práctica clínica diaria, ya que, con el giro, las empresas cortarán de golpe el argumento que emplean sus críticos para denostarlas, y traspasarán a la Administración la patata caliente de la formación continuada de los facultativos. El fondo que Farmaindustria reparte a la Administración para tales menesteres dejará de tener sentido, y las autoridades sanitarias se toparán de bruces bajo el formato de un problema con lo que ellas mismas proclamaron como deseo: que el reciclaje de los facultativos en ejercicio corra a cargo de un sistema estatal reglado y deje de pivotar sobre empresas privadas. Recuerden lo que dijo al respecto en la Comisión de Sanidad del Congreso Elena Salgado cuando presentó como ministra de Sanidad el primer plan estratégico de política farmacéutica y se darán cuenta de que aquel aserto se vuelve ahora contra el ministerio como un boomerang. Ahora bien, ¿hay dinero público para acometer este tipo de actividades? ¿Tiene Sanidad articulado un plan para poner en marcha la iniciativa? ¿Estarán dispuestas las autonomías a hacer uso de sus raquíticos recursos para financiar lo que hasta ahora venía haciendo la industria farmacéutica? ¿No llevan todas estas circunstancias a pensar que tendrá que ser el propio profesional el que de forma voluntarista adapte sus conocimientos a la evolución de los mismos? ¿Será entonces rentable el ejercicio en España, habida cuenta del recorte de salarios que se registró el pasado año? ¿No supone todo esto una nueva merma de poder para los médicos de primaria y para algunas otras especialidades, en línea con la que vienen sufriendo desde hace años?

La crisis está revolucionando la Sanidad en España. Lo que hace tiempo parecía impensable, sucede ahora a velocidad de vértigo. Es el precio de adaptarse a una más que negra realidad.