C. S. Madrid | viernes, 17 de octubre de 2014 h |

Temas como la irrupción de la tecnología y la aparición de nuevos fármacos, el papel de la industria farmacéutica, la estrecha colaboración que tiene que existir entre Atención Primaria (AP) y especializada y las inequidades entre comunidades autónomas e incluso entre hospitales de la misma ciudad fueron los responsables de que los finalistas del galardón a mejor Unidad de Diabetes de la novena edición de los Premios Best in Class (BiC) participasen en un debate organizado en la sede del grupo Wecare-u.

La diabetes es, junto con la obesidad, la gran epidemia del siglo XXI. Una patología que demanda una atención multidisciplinar como la que se ofrece en las Unidades de Diabetes.

La irrupción de la tecnología y la aparición de nuevos fármacos, el papel de la industria farmacéutica, la estrecha colaboración que tiene que existir entre Atención Primaria (AP) y especializada, las inequidades entre comunidades autónomas e incluso entre hospitales de la misma ciudad y los retos pendientes fueron los hilos conductores de un debate organizado en la sede del grupo Wecare-u y que reunió a los finalistas del galardón a mejor Unidad de Diabetes de la novena edición de los Premios Best in Class (BiC), un reconocimiento que cuenta con el patrocinio de Lilly.

Para empezar, los expertos pusieron el acento en la aparición de las nuevas tecnologías y los fármacos de última generación. Unas innovaciones positivas para la práctica clínica, pero que han de ponerse en valor y en un contexto.

“Ahora mismo se nos está bombardeando con una cantidad enorme de fármacos nuevos y de nuevas tecnologías, todas muy buenas, aplicables e interesantes que aparentemente tienen sus ventajas, pero por desgracia, en algunas tendremos que esperar un tiempo para ver sus beneficios reales”, destacó José Antonio Amado, jefe del Servicio Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (Cantabria).

Juan Francisco Merino, jefe de Servicio del Hospital Universitario La Fe resaltó que otro de los problemas existentes en la práctica clínica es el análisis de coste-efectividad. “Hay que hacerlo a años vista”, lo que supone que “los beneficios se verán años después”. Éste es el motivo de que muchas veces resulte “difícil convencer a los gerentes de que lo que se está haciendo es bueno”, puesto que lo que exigen “son resultados más inmediatos”, apuntó.

“Si ahora nos dedicamos a gastar el dinero en un fármaco que no demuestra eficacia, significa que no lo hemos hecho bien”, afirmó Amado.

Quien insistió en las diferencias que existen entre profesionales y la administración, fue Francisco Javier del Cañizo, jefe de Servicio del Hospital Infanta Leonor (Madrid). “La administración es muy cortoplacista, le interesa lo que estás gastando y no la eficacia de los tratamiento a largo plazo, a pesar de que estos van a disminuir las hospitalizaciones”, indicó. Asimismo, explicó que la idea de los médicos es tratar a los pacientes de la manera “más eficaz y efectiva posible para evitar complicaciones, contribuyendo así a la sostenibilidad del sistema”, pero lamentó que la visión de la administración es “puramente economicista” y que, por tanto, “pone trabas constantemente”.

Una de las situaciones de los últimos años, es que se han puesto a disposición de los pacientes una serie de fármacos que han supuesto nuevas vías que no estaban abiertas, destacó el jefe de Servicio del Complejo Universitario La Paz (Madrid), Luis Felipe Pallardo.

Teniendo presente que el enfermo diabético está polimedicado, lo pertinente es “simplificar la dosificación de los fármacos”, ya que “la asociación de fármacos va a mejorar la adherencia al tratamiento”, apuntó Del Cañizo.

Al hilo de esta idea, también se habló durante el encuentro ‘La calidad en atención al paciente en Diabetes’, de las inequidades de acceso a tratamientos entre autonomías e incluso entre hospitales de una misma ciudad.

“Hay muchas comunidades distintas con enfoques distintos acerca de cómo utilizar el medicamento sin haber consultado con los profesionales”, afirmó Amado, quién subrayó que el hecho de que no haya, por el momento, una normativa global, propicia que se generen “diferencias importantes”. A su vez, Del Cañizo puntualizó que dentro de la misma autonomía, es muy posible encontrar unas áreas sanitarias “más estrictas” que otras.

Llegados a ese punto, los asistentes al debate aunaron posturas para reivindicar el valor de las distintas opciones terapéuticas con las que se cuenta en la actualidad, ya que son “más efectivas y seguras” que antaño, así como el papel del paciente, que se ha vuelto más activo.

Al respecto del rol que ha adquirido en los últimos años el paciente diabético, Pallardo, insistió en que hace dos o tres décadas, el único actor que estaba presente en el ámbito de la diabetes era el especialista, pero en el momento actual “el paciente ya tiene una participación mayor”.

Un alegato en el que todos los expertos se mostraron de acuerdo. “El papel del paciente es fundamental en el tratamiento de la diabetes”, resumió Amado. Y más cuando entran en juego dos factores como es el envejecimiento poblacional y el hecho de que estos enfermos son crónicos y pluripatológicos.

En este punto, la masificación de la asistencia sanitaria en las unidades de diabetes no ayuda. Según Pallardo, antes, la organización resultaba “más fácil”. Los profesionales afirmaron que los cambios que se han producido en los servicios de Endocrinología y Nutrición se han producido a ritmos diferentes.

Por otro lado, los especialistas abordaron la importancia de la aplicación de las nuevas tencologías en el día a día de las consultas pero también señalaron que tienen “una cara positiva y una negativa”.

“Los profesionales estamos sufriendo la introducción de la tecnología” y, aunque “llegará un día en que será más fácil, por ahora estamos padeciendo el cambio”, tal y como aseguró Merino.

En estos momentos, prosiguió, lo que resulta de esta introducción es que “se pierda la regla número uno de la medicina, que consiste en mirar y escuchar al enfermo”.

Gestión de recursos

La evolución de las Unidades de Diabetes en la última década ha sido significativa, aunque para Merino todavía hay retos pendientes, entre ellos la necesidad de coordinar y garantizar la “debida atención al paciente diabético allá donde esté” y “la continuidad de cuidados”. Para lograrlo, añadió, no hay que centrarse únicamente en endocrinología y nutrición, sino también en AP, cardiología, medicina interna, etcétera.

Desde la mesa de debate, se abogó por una mayor compenetración y colaboración entre las diferentes especialidades. Todo ello garantizando la continuidad asistencial del paciente. En este sentido, las diferentes estrategias que se han puesto en marcha en diferentes comunidades para la atención de los crónicos en muchas ocasiones se quedan en papel mojado. Así, según los presentes en el debate éstas se centran, principalmente, en pacientes crónicos muy evolucionados; aquellos que están a punto de hacer una descompensación, una cardiopatía isquémica o una insuficiencia respiratoria.

En este contexto se habló de las unidades de gestión clínica y su traslación al campo de la diabetes. Merino incidió en que uno de los problemas de estas unidades es que por mucho que reciban esa denominación, mientras no sean capaces de gestionar sus propios recursos no se hace una verdadera gestión.

En general, los profesionales echan en falta más autonomía a la hora de gestionarse. “No tienes capacidad de decisión”, matizó Merino. “La llave la tenemos tanto nosotros, como AP fundamentalmente que somos quienes podemos prevenir que el paciente diabético acuda a urgencias”, precisó Merino, quien reiteró que en los últimos 15 años el escenario ha cambiado considerablemente: Se ha pasado de tener 14 ó 15 pacientes con descompensación aguda en un hospital de referencia a no tener ninguno. En este sentido, Del Cañizo intervino para precisar que uno de los problemas de AP es que algunos de los médicos no participan en la coordinación de la enfermedad. Por tanto, prosiguió, de poco vale que seas un paciente y te deriven a AP, si al final te ve un médico que no se involucra.

SS.CC e industria farmacéutica

En relación con el aporte de las sociedades científicas y la industria farmacéutica para añadir más valor al trabajo de los servicios hospitalarios, todos los presentes lo tuvieron muy claro: transparencia, ética e información veraz, objetiva y real.

“A la industria farmacéutica y al ministerio, les exigiría que evitasen manipular el mercado del uso de fármacos”, insistió Amado. En este sentido, Merino lamentó que los médicos no puedan optar a formación continuada y que, a causa de los recortes, no existan suficientes convocatorias en las que puedan competir desde un hospital público con suficientes garantías. Esto ocurre así porque hay muchos grupos que, para subsistir, dependen única y exclusivamente de esos proyectos de investigación. “Lo tendríamos complicado si no fuera por la industria”, recalcó.

Aparte, Amado hizo un llamamiento a las sociedades científicas para que lleven a cabo “guías prácticas críticas” y apostó por la creación de sociedades profesionales, de tal manera que los profesionales dedicados a un determinado tema se unan y hagan grupos de presión frente al resto de la profesión, o el futuro puede ser “incierto y variopinto”. “Las sociedades científicas me parecen muy importantes y aportan conocimiento, pero me gustaría que tuviésemos sociedades profesionales”, indicó Amado.

Teniendo en cuenta el panorama actual de recortes presupuestarios, Merino defendió que a través de la imaginación y aplicando el conocimiento fuera de las unidades, se podrá ofrecer una atención a los pacientes de calidad. A su vez, Del Cañizo consideró que lo mejor sería optimizar los recursos que se tienen, al igual que Pallardo que subrayó que “en vez de llorar, hay que utilizar lo que se tiene” y, por último, Amado concluyó que tener la capacidad de seleccionar al personal beneficiaría mucho.