| martes, 17 de enero de 2012 h |

Investigadores españoles han identificado el rol de un genla Myosina 1a o MYO1A— en la aparición del cáncer colorrectal. Lo que hasta hace poco se conocía como un gen sin demasiada importancia y responsable de parte del andamiaje interno de las células epiteliales del colon (estructura y recubrimiento de las vellosidades intestinales) ha resultado ser clave en el desarrollo del tumor.

Este hallazgo sitúa al MYO1A en una posición protagonista en los tumores colorrectales, hasta el punto de tratarse de un gen supresor del tumor capaz de modificar la supervivencia de los pacientes y actuar como factor pronóstico. Los pacientes con niveles bajos de la proteína MYO1A están libres de enfermedad menos tiempo y tienen una menor supervivencia (inferior a un año), si se compara con pacientes con altos niveles de MYO1A en su tumor que tienen supervivencia superior a 9 años. Los resultados de este estudio del VHIR se publican hoy en en la revista Proceedings of National Academy of Science (PNAS).

A pesar de conocerse la importancia de la pérdida de diferenciación y sobre todo la pérdida de la arquitectura de las células epiteliales en los procesos tumorales, no se conocía la relevancia de esta proteína en ese proceso. “Lo que parecía un gen con un papel meramente estructural con poca importancia, por así decirlo, ha resultado ser clave en la diferenciación de las células de tumores colorrectales”, explica Diego Arango, responsable de este estudio y jefe del grupo de Oncología Molecular del Grupo del Cibbim -Nanomedicina- del Instituto de Investigación del hospital barcelonés.

Es frecuente encontrar mutaciones de MYO1A (en el 32 por ciento de los tumores) y, en consecuencia cuando este gen se altera y se inactiva se pierde la capacidad de diferenciación de las células epiteliales, traduciéndose en bajos niveles de MYO1A, un mayor crecimiento tumoral, peor pronóstico de los pacientes y menor supervivencia. “Hasta la fecha se pensaba que la pérdida de MYO1A era una consecuencia de la progresión tumoral, y sin embargo, uno de los resultados más sorprendentes del estudio es la demostración de que su inactivación es causante directa de la pérdida de diferenciación celular y, por lo tanto, contribuye directamente a la formación del tumor —comenta el experto—. MYO1A es el conductor del proceso y no un simple pasajero”.

El estudio y sus futuras aplicaciones

El estudio, en el que han colaborado otras instituciones como el CiberR-BBN (Ciber de Bioingeniería, Biomateriales y Nanomedicina), la Universidad de Yale (EE.UU.), el Instituto Ludwig (Australia), Biomedicum Helsinki (Finlandia) y la Universidad de Heidelberg (Alemania), se ha completado in vitro, buscando la presencia de esta proteína en muestras de tumores localmente avanzados, sin metástasis pero con afectación ganglionar (estadio III) y posteriormente se han repetido los análisis en modelo animal para poder caracterizar los mecanismos de supresión del tumor y poder ver cómo niveles altos o bajos de MYO1A repercutían de manera directa en la progresión tumoral y en la supervivencia. Los datos se han contrastado con la evolución clínica de pacientes colorrectales corroborando las diferencias en supervivencia y en período libre de enfermedad.

Los resultados son concluyentes: MYO1A es responsable de la diferenciación de las células de tumores colorrectales, manteniendo pues el tumor dentro de cierto control y conteniendo el crecimiento tumoral. Los bajos niveles de MYO1A contribuyen a acelerar la progresión tumoral. Aunque no es el único factor, por sí solo, capaz de producir un tumor donde no lo había, sí es una pieza clave en la malignización del tejido colorrectal. Por el contrario, cuando MYO1A está presente ejerce un papel protector, manteniendo la estructura natural del tejido. Y por último, y de gran relevancia clínica, niveles bajos de MYO1A se relacionan con una menor supervivencia de los pacientes con cáncer colorrectal, tratándose, estos bajos niveles, de un claro factor de mal pronóstico. En los pacientes con MYO1A inactivado y por lo tanto con bajos niveles, la enfermedad progresaba en menos de un año, mientras que los pacientes cuyo tumor mantenía altos niveles de MYO1A se mantenían más de 9 años sin enfermedad.

Este reciente hallazgo, hoy por hoy, no supone un cambio en el abordaje clínico de los tumores colorrectales. A pesar de ello el equipo que lo investiga y Arango en particular explican que “en estos momentos hay que validar estos hallazgos en estudios mayores, pero hay firmes esperanzas de que la identificación del nuevo rol protagonista de MYO1A contribuirá a decidir qué pacientes con cáncer colorrectal localmente avanzado están curados quirúrgicamente y cuáles tienen altas probabilidades de recaída”. Sería necesario combinar esta información con la procedente de otros marcadores pero, según los resultados del estudio, si se evidencian niveles bajos de MYO1A en el tejido tumoral extirpado “estaría más que justificado ser agresivos con los tratamientos quimioterápicos posteriores a la intervención quirúrgica pues en un porcentaje más que significativo la enfermedad progresará”, concluye.