Gaceta Médica Barcelona | viernes, 06 de marzo de 2015 h |

Investigadores de la Universidad de Barcelona (UB) y el Consorcio Sanitario de Terrassa han encontrado diferencias anatómicas en las estructuras cerebrales implicadas en el refuerzo de la conducta en un grupo de personas con obesidad. El estudio ha reconstruido con técnicas de resonancia magnética las zonas del cerebro donde se encuentra el sistema de recompensa y ha documentado alteraciones en el volumen y la integridad de las conexiones neuronales. Los resultados, publicados en Neuroimage, profundizan en el conocimiento de los fundamentos anatómicos de la obesidad y abren la puerta a diseñar tratamientos más personalizados.

Una de las hipótesis con las cuales se trabaja en el campo de la obesidad es que haya una alteración del procesamiento del refuerzo de la ingesta, y que esta modificación se relacione con una ingesta excesiva. Los investigadores aplicaron técnicas de resonancia magnética para estudiar el cerebro de 63 participantes (de 12 a 39 años). La muestra se dividió en un primer grupo integrado por personas con un índice de masa corporal (IMC) igual o superior a 30, que es el indicador de obesidad según la Organización Mundial de la Salud (OMS), y un segundo grupo de control, con personas con un IMC de entre 18,5 y 25, que equivale a la categoría de peso normal, también según la OMS.

Uno de los puntos destacados del estudio es la selección de una muestra muy homogénea y metabólicamente sana, puesto que quedaron fuera tanto las personas con un comportamiento más compulsivo de ingesta como las que tenían algún historial de enfermedades cardiovasculares, metabólicas o psiquiátricas. “Se ha demostrado que algunos factores de riesgo, como por ejemplo la diabetes o las enfermedades cardiovasculares, producen alteraciones tanto estructurales como funcionales en el cerebro. Así, si la persona tiene algún de estos trastornos no se puede distinguir si los efectos en el cerebro están relacionados con la obesidad o con esos factores. Con la muestra que elegimos tratamos de eliminar todas las fuentes de confusión y centrarnos en lo que tiene de especial la obesidad”, señala María Ángeles Jurado, profesora del Departamento de Psiquiatría y Psicobiología Clínica de la UB.

Los investigadores utilizaron la técnica de resonancia magnética para reconstruir las conexiones de la sustancia blanca que forma la red del sistema de recompensa. A partir de estos datos, compararon el volumen y la integridad de las conexiones entre los dos grupos de participantes. Los resultados apuntan a una conectividad estructural más pequeña en el grupo de personas con obesidad respecto al grupo de control, tanto en el volumen de la sustancia blanca como en la integridad de las fibras que forman las conexiones del sistema de recompensa. “No se trata de cambios estructurales tan grandes como los que se ven en las patologías cerebrales clásicas, sino que son cambios sutiles. Aun así, hay diferencias en la manera en que la ingesta resulta reforzada, lo que significa que el sistema que regula la conducta en la alimentación es diferente”, explica María Ángeles Jurado.

Este conocimiento puede servir para avanzar en la prevención y en la aplicación de tratamientos más individualizados o por subgrupos de pacientes. “La persona que tiene una conducta de ingesta anómala no siempre es por una elección de conducta, sino que existe un sustrato anatómico. Este sustrato, igual que otros aspectos culturales o sociales, se tiene que tener en cuenta en la prevención de la obesidad y en el diseño del tratamiento más adecuado”, concluye María Ángeles Jurado.