A. C. Madrid | miércoles, 23 de marzo de 2016 h |

Los efectos de la estimulación cerebral profunda (ECP) se observan a nivel motor, conductual y emocional, como explica el director del Centro Integral en Neurociencias A.C. HM (Cinac), José Obeso, quien añade que el principal reto pendiente es conseguir ser más selectivos y modular las señales fisiológicas normales.

Pregunta. ‘Neuromodulación y Neuroestimulación Cerebral: Nuevas Perspectivas y Aplicaciones Terapéuticas’, ¿cuáles son los objetivos principales de este simposio?

Respuesta. Partimos de los conceptos de neuromodulación y estimulación cerebral que van unidos pero no se refieren a lo mismo. La estimulación cerebral es una aproximación terapéutica que surgió hace al menos dos décadas y que se ha extendido tanto por España, como por Europa y el mundo. Lo cierto es que en España hay una treintena de centros que la realizan y su principio fundamental es la colocación de electrodos en zonas del cerebro que no funcionan correctamente. Se utiliza sobre todo en patologías relacionadas con trastornos del movimiento como por ejemplo y paradigmáticamente, en la enfermedad de Parkinson. No obstante, también se emplea para la distonía, tratar los temblores de diferentes orígenes, tics, etc. Por tanto, el punto clave e interesante de este simposio es que este campo va evolucionando hacia intentar avanzar en aproximaciones terapéuticas para tratar trastornos de conducta como el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), la impulsividad patológica y alteraciones del estado de ánimo, como la depresión. Lo más tangible son los temblores, la falta de movilidad, las actuaciones erróneas o acciones que se llevan a cabo sin querer. Es decir, abordamos desde el aspecto motor, al conductual y emocional. Digamos que ese es el espectro de este simposio y que, a su vez, es el ideario del Cinac. Los electrodos generan campos eléctricos que permiten interferir en las señales anormales que se dan entre neuronas y que provocan la aparición de determinados trastornos, temblores, tics, etc. Aquí es donde entra la colaboración de Boston Scientific, ya que la tecnología avanza y esta compañía ha generado una serie de sistemas que permiten, no simplemente poner una señal eléctrica y que interfiera con los impulsos anormales, sino que intentan ser mucho más específicos y activar, bloquear, modular, etc., los circuitos neuronales.

P. ¿Es un simposio de talla nacional o internacional?, ¿cuántos especialistas han participado?

R. A este simposio han asistido expertos del ámbito nacional y europeo de altísimo nivel y han participado unos 120 neurólogos y neurofisiólogos. Esta es la primera vez que se realiza en el Cinac, porque el centro tiene solamente un año de vida.

P. Dado que la enfermedad de Parkinson ha adquirido un papel relevante en este simposio, ¿cuáles son las principales ventajas de la ECP en esta patología y cómo se avanzado en su manejo?

R. En estos últimos 20 años, se ha conseguido que los pacientes vivan mucho más. Se ha reducido la mortalidad. A principios de los noventa, los problemas de estas personas eran graves: bloqueos de la movilidad, espasmos musculares, temblores incorregibles e intratables… Era algo agónico, pero ahora esa situación, prácticamente, ha desaparecido. Gracias a los nuevos fármacos y a la ECP, se ha podido modificar el fenotipo de esta patología, así como todas las manifestaciones intensas y muy incapacitantes características. Lo que entre los años sesenta y noventa eran grandes problemas, ahora, están resueltos o en vías de resolución en buena parte. Sin embargo, hay que dejar claro que esta técnica es un gran apoyo, un anclaje que permite que la situación se estabilice, pero no resuelve el problema de fondo.

P. ¿Cuál es el perfil de paciente susceptible a someterse a la ECP?

R. Casi todos los pacientes. Hay que tener presente que es un proceso quirúrgico, por lo que no se considera en personas con enfermedad de Parkinson incipiente, ya que mejorarían mucho pero es desmedido un abordaje quirúrgico para una persona que hace vida autónoma. Además, la cirugía siempre conlleva un riesgo, una invasión. Por tanto, no se realiza en estas personas, ni tampoco en pacientes muy mayores y con muchos años de evolución de la enfermedad. El impacto de mejorar todos estos aspectos relacionados con la movilidad es menor al riesgo que entraña. De la ECP se pueden beneficiar potencialmente el 50 por ciento de los pacientes. Si ahora mismo en España hay en torno a 130.000 con párkinson, teóricamente, se podrían tratar unos 50.000 o 60.000.

P. ¿Cuál es la vida útil de los electrodos que se emplean en la ECP?

R. Si no se rompen, no hay problema. Lo que hay que recargar es la batería, nada más.

P. ¿Cuál es la aportación de la ECP a otros trastornos del movimiento?

R. En todos estos trastornos lo que se está haciendo es seguir lo que ha ocurrido en la enfermedad de Parkinson. Definir zonas que funcionan mal, dianas terapéuticas y quirúrgicas y modular la actividad normal. Con la distonía, los tics, etc., ocurre lo mismo, se van definiendo poco a poco. El concepto es el mismo, aunque hay trastornos que son más difíciles. Aquí es donde entra la importancia de poder contar con sistemas inteligentes que vayan modulando la actividad normal no solo como un todo o nada. Hay que intentar realmente quitar lo malo y dejar lo bueno. Ser más selectivos, ese es el reto, es decir; conseguir que estos sistemas interfieran en las señales anormales y modulen las señales fisiológicas normales.

P. ¿Se podría utilizar para casos de personas con movilidad reducida?

R. La estimulación cerebral y la neuromodulación tienen mucho que ver cuando se trata de trastornos asociados al mal funcionamiento de determinadas áreas y circuitos, pero cuando un trastorno se produce por la eliminación de una zona del cerebro, como la paraplejia, en la que hay una lesión de una sección de la médula o una persona que ha sufrido un ictus y se queda hemipléjico, ahí su campo de actuación es realmente reducido por no decir inexistente, dado a que el problema es estructural.

P. ¿Cuáles han sido las principales conclusiones que se extrajeron tras el simposio?

R. Por un lado, se dijo que la ECP es una técnica establecida y de eficacia probada en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson con complicaciones motoras. Cuanto antes se pueda aplicar, más favorable son los resultados. También se comentó que la posibilidad de utilizarla en determinados trastornos neuropsiquiátricos comienza a hacerse realidad, pero es necesario constatar la eficacia terapéutica y perfil de los mejores candidatos con estudios más amplios. Por último, la neuromodulación de circuitos cerebrales disfuncionantes con técnicas no invasivas como la estimulación magnética o la aplicación de campos magnéticos sostenidos (magnetocéutica) se abre camino como terapias altamente prometedoras.

P. En cuanto al hot topic del simposio: ‘¿Estamos preparados para la neuromodulación del comportamiento y las emociones en la clínica?’, ¿qué respuestas se obtuvieron?

R. Se está preparado técnicamente, pero el mundo de la psiquiatría requiere una maduración y evolución que todavía es insuficiente. Con todo, se realizan cada vez más estudios en este sentido.

Esta técnica es un gran apoyo que permite estabilizar la patología, aunque no resuelve el problema”

En España, entre unos 50.000 y 60.000 pacientes con párkinson podrían beneficiarse de la ECP”