Carmen M. López Madrid | viernes, 22 de abril de 2016 h |

Tras asistir a un Carmina Burana hace nueve años, su vida dio un giro. Comenzó a interesarse por el cuarto arte, casi como una profesión más. Además de encontrarlo en la planta de cirugía cardiaca del Hospital Ramón y Cajal, a Ignacio García Andrade se le puede escuchar en el Auditorio Nacional, como uno de los bajos del Orfeón Filarmonía.

Pregunta. ¿Cómo es tu vida desde que cantas?

Respuesta. Hace nueve años que me integré en el Orfeón y desde entonces ensayo dos veces por semana, unas dos horas cada día. Tenemos todo un calendario de programación en el Auditorio Nacional y la verdad que disfruto muchísimo. Comenzó como una afición pero cada vez se va consolidando más.

P. ¿Es una válvula de escape?

R. Efectivamente, y más ahora que se acerca la jubilación será parte de mi futuro cuando tenga que dejar mi profesión, sé que tengo otra cosa que me gusta y no me voy a sentir inútil. La verdad es que estoy muy contento, es una actividad en la que conoces a mucha gente y llego a disfrutar tanto de la música…

P. ¿El coro te ayuda a liberal tensiones del día a día?

R. Sí porque desconectas totalmente. Se borran todas las preocupaciones y libera tensión.

P. La carrera de cirugía, ¿es sinfónica?

R. Es monosónica. La cirugía cardiaca es una especialidad amplia, pero es muy estándar. A mí me ha quitado mucho tiempo de mi vida, pero como me gusta lo que hago no me importa. Quizás los que más lo han padecido ha sido mi familia, pero como siempre me han apoyado, han sido mi soporte.

P. A nivel de avances de la especialidad, ¿hay algún aspecto que esté dando la nota?

R. Sí. Hay cosas interesantes que se están haciendo y hacen que la especialidad avance. Es una profesión muy bonita y muy satisfactoria. Tú operas a un paciente, y si todo va bien, el paciente se va a su casa, y a veces, al cabo de los años vuelve y saluda. Esto es muy satisfactorio. En la música, no ocurre así. Preparas un concierto, coordinas, ajustas muchas voces, bajo la dirección de Pascual Osa, con una orquesta magnífica, pero es algo efímero. De eso sólo te quedas con el recuerdo.

P. ¿Sueles cantar en tu día a día?

R. La verdad es que sí, a veces tarareo cosas. Pero como las piezas que canto no son muy de ‘andar por casa’, procuro no hacerlo demasiado alto para no molestar.

P. ¿En qué estilos te sientes más cómodo?

R. Yo soy bajo. El ‘Réquiem’ de Mozart, una pieza que hemos interpretado recientemente me apasiona. En general, los réquiems son muy divertidos de cantar, a pesar de la exigencia técnica, pero disfrutas y te hace feliz.

P. ¿Cantas de corazón?

R. Canto con toda mi alma, me esfuerzo y lo disfruto. Además es tan satisfactorio cantar y escucharte a la vez, y más teniendo en cuenta la acústica del Auditorio Nacional. Es ahí cuando percibes el esfuerzo que estamos haciendo todos. Un consejo que nos da nuestro director: “Ser prudentes y disfrutad de lo que estamos haciendo”.

P. ¿Prescribirías música para el corazón?

R. Sí. La musicoterapia es fundamental, y de hecho, hay gente dedicada a esto. Pero lo mío es un poco más técnico: abrir el tórax y arreglar las coronarias o las válvulas.

P. Si tuvieras que ponerle música al SNS. ¿Cómo sonaría?

R. ¡Uyyy! Creo que es muy difícil.

¿Un compositor?… Beethoven.

Una aspiración musical… Tengo la suerte de que el Orfeón Donostiarra canta con nosotros de vez en cuando, es una satisfacción cantar con ellos, porque son perfectos. Poder compartir con ellos es una gozada.

También hacéis piezas de músicas de películas… Hacemos de todo, hasta grandes clásicos como el ‘Réquiem’ de Mozart.

¿Un calendario?… Próximamente haremos la Traviatta, y a finales de abril Los Miserables. Más variabilidad no puede haber.

¿Una pieza?… El ‘Agnus Dei’ de Watler que es una polifonía preciosa.