Los patrones de alimentación en España y, en consecuencia, el consumo de energía y nutrientes, han variado mucho en los últimos 40 años, lo que ha provocado que la dieta actual difiera en gran medida de la dieta mediterránea tradicional característica de nuestro país. Así se desprende de “La dieta española: una actualización”, un estudio elaborado por Gregorio Varela-Moreiras, catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad CEU San Pablo, y que sirvió de inspiración para la elaboración del Documento de Consenso ‘Obesidad y Sedentarismo en el Siglo XXI: ¿qué se puede y qué se debe hacer?’, presentado el pasado mes de septiembre de 2013.
En concreto, este análisis de la dieta demuestra un descenso en la ingesta de todos los macronutrientes, a excepción de los lípidos, lo cual ha llevado a un perfil calórico desequilibrado caracterizado por una insuficiencia de hidratos de carbono, fibra, vitamina D, folatos o zinc, y a un exceso en el aporte de proteínas, fundamentalmente aquellas de origen animal. Una “nueva dieta” que, en cifras, se traduce en que cada español consume un 13 por ciento menos de energía (la ingesta medía de calorías ha pasado de 3.008 kilocalorías/persona/día en 1964 a las 2.609 kilocalorías/persona/día de 2012).
Pero, tal y como explica Varela-Moreiras, “a pesar de haber reducido la ingesta de calorías en nuestra dieta, no somos capaces de tener un balance equilibrado, ya que nuestro gasto energético debido a nuestro estilo de vida inactivo es muy inferior al deseable”. Así, continúa este experto, “si reducimos de manera continuada la ingesta de energía, podemos tener dificultades para incluir en esa menor cantidad de energía las vitaminas y minerales necesarios; y, por el contrario, aumentar el gasto energético nos va a permitir una mayor ingesta de calorías acompañada de los micronutrientes necesarios”. Un tema todavía más importante si cabe si tenemos en cuenta que el sedentarismo y la inactividad física se asocian con el sobrepeso y la obesidad, factores de riesgo de numerosas patologías crónicas.