R.C. Madrid | viernes, 18 de julio de 2014 h |

Aunque endémica del continente americano —desde el sur de Estados Unidos hasta Chile y Argentina, siendo especialmente prevalente en Bolivia—, José Antonio Pérez Molina, de la Unidad de Enfermedades Tropicales del Hospital Universitario Ramón y Cajal, asegura que “España es, después de América, el país con más casos potenciales de enfermedad de Chagas del mundo”. Y es que, con una estimación aproximada de 60.000 casos en nuestro país, este profesional destaca que, si bien es cierto que también hay constancia de la existencia de casos en Suiza, Italia o Francia, “España suma más casos que toda Europa junta”, debido en parte a los acuerdos del gobierno bolivariano con el español para la entrada de inmigrantes procedentes de este país, que tiene las tasas más altas de infección por Trypanosoma cruzi del mundo.

Uno de los problemas principales de esta enfermedad es que muchas de las personas infectadas desconocen que lo están, por lo que no se pueden adoptar las medidas adecuadas. De ahí la puesta en marcha en esta Unidad de un programa de cribado y sensibilización de la enfermedad entre los pacientes, centrado sobre todo en intentar evitar la transmisión vertical, es decir, el contagio de la madre al niño. Así, una vez que hay un diagnóstico positivo de Chagas en una embarazada, se comienza con el tratamiento con benznidazol en primera línea —nifurtimox en segunda línea— ya que, si bien no existen ensayos clínicos de comparación entre madres tratadas y no tratadas, sí que hay un estudio español con una muestra pequeña de pacientes que ha demostrado, según explica Pérez Molina, que el tratamiento consigue que el riesgo de transmisión “tienda a cero”.

Otra de las dificultades con las que se encuentran los profesionales sanitarios son los tratamientos, cuya toxicidad obliga a abandonarlo a entre el 15 y el 25 por ciento de los pacientes. Además, las cifras de eficacia en infección crónica no son muy altas. La buena noticia, subraya Pérez Molina, es que un estudio del Ramón y Cajal ha confirmado que es posible utilizar nifurtimox en segunda línea en aquellos pacientes que no han tolerado la terapia inicial con benznidazol, una duda originada por la similitud química entre ambos compuestos y sobre la que no había ninguna evidencia científica hasta el momento, pese a que la aprobación de estos fármacos data de principios de los años 70.

En cuanto a la investigación en nuevos tratamientos, las expectativas no son especialmente halagüeñas, sobre todo después de que fracasara el ensayo clínico Berenice que, liderado por Israel Molina, del Instituto de Investigación del Hospital Vall d’Hebrón, estudiaba la eficacia de un fármaco muy prometedor en Chagas que ya había obtenido muy buenos resultados previos tanto en laboratorio como en modelos animales. Con respecto a una posible vacuna, la investigación es todavía muy preliminar.

Así, el reto está ahora en la búsqueda de biomarcadores capaces de pronosticar si el paciente va o no a desarrollar las manifestaciones clínicas de la enfermedad —complicaciones cardiacas o problemas en el tubo digestivo— para iniciar o no el tratamiento, al mismo tiempo que en biomarcadores capaces de indicar si el paciente está o no curado —los que se utilizan actualmente pueden tardar incluso 20 años en negativizarse, lo que repercute en la calidad de vida del paciente, en el gasto sanitario y en la propia investigación, que alarga sus tiempos muchísimo—. En el Ramón y Cajal, actualmente hay dos líneas de investigación con biomarcadores de tipo proteico y de tipo glucídico, además de un ensayo clínico que estudia la posible eficacia de marcadores inmunológicos.