| lunes, 02 de noviembre de 2009 h |

carlos b. rodríguez

Madrid

El patronato de Genoma España planteó el pasado mes de julio cambios estratégicos profundos. Sin dejar la generación de conocimiento, ahora el acento se pondrá en la transferencia, un cometido que ha sido encargado al director general de la Fundación Genoma España, Rafael Camacho, un experto en la gestión de la I+D en el ámbito público y privado con 20 años de actividad a sus espaldas.

Pregunta. ¿Qué cambios se esperan en Genoma España?

Respuesta. Además de centrarnos más en transferencia y apoyo a empresas de base tecnológica, se amplió el objeto social de la Fundación, no sólo a ciencias de la vida sino a las otras áreas estratégicas del Plan de I+D+i. Se incorporarán a través del programa de transferencia Innocash, que surge en 2009, y será gestionado por Genoma España desde 2010.

P. ¿Con qué presupuesto cuenta la Fundación para el año 2010?

R. Estaría entre los 7,5 y 8 millones, más otros ocho para gestionar Innocash. Pero ésta es una aportación del Ministerio de Ciencia en ayudas reembolsables y, por tanto, no tiene efecto para nosotros. Para 2009 teníamos 12 millones, que en la práctica se quedaron en ocho. Ha habido un descenso significativo, pero hemos salvado 2009 con las reservas. Sin embargo, en 2010 debemos encontrar nuevos patronos para no disminuir la actividad. De momento, sobre el papel hay equilibrio presupuestario.

P. ¿Será suficiente para reforzar áreas y crear otras nuevas?

R. Esperemos que sí. Los ingresos son menores, pero también la inversiones y los gastos. Hemos dimensionado el presupuesto para cubrir nuevas actividades y reforzar áreas. El grueso de la actividad será el programa de transferencia, que estará financiado con dinero de ida y vuelta.

P. ¿Dejará la Fundación de financiar sus cuatro redes en 2010?

R. La Fundación debe poner en marcha plataformas tecnológicas en momentos en los que una tecnología es crítica o emergente. Eso es distinto a financiarlas sine die. Tampoco significa poner en tela de juicio su valor, sino que la Fundación no tendría presupuesto para otras actividades. Se convertiría en una agencia de financiación, y no es ese su objeto social. Si sumamos la coyuntura económica, hay poco margen de maniobra.

P. ¿Se buscan fuentes de financiación para las redes?

R. Trabajamos en planes de viabilidad. Aún así, esas plataformas, que surgieron en 2003 y se financiaron cinco años con prórrogas anuales, surgieron como agrupación en red de estructuras preexistentes. Seguirán en su institución de origen, que tiene sus recursos propios. Que las deje de financiar Genoma no quiere decir que desaparezcan, tendrán que buscar financiación adicional y sufrir algún proceso de reorganización. Pero para algunas posiblemente no se vaya a notar ningún cambio.

P. Los males de la I+D son…

R. Uno de ellos es que no ha habido coordinación. El paso a estructuras tipo grupo de investigación también puede ser un problema: se ha pasado de financiar la investigación a financiar al grupo, de manera que el grupo, lejos de ser un medio para hacer algo de manera más eficiente, se ha convertido en un fin.

P. Además está la transferencia.

R. Deben hacerla agentes especializados, las empresas de base tecnológica. Es un error intentar convertir a un buen científico en un buen empresario.

P. ¿Pero no cree que habría que superar la obsesión por publicar?

R. Es cierto. La mayoría de las personas, incluidos los investigadores, lo toman como un dilema: o publicas o patentas. Eso es rigurosamente falso, y en todos los países punteros los investigadores con mayor índice de impacto en revistas son los que tienen más patentes. Ganar dinero no es sinónimo de corrupción de la ciencia.

P. ¿Cómo influir en el mercado para que haya más spin-off?

R. El sector biotecnológico está extremadamente regulado y eso es fundamentalmente lo que está limitando el acceso al mercado.

P. ¿Habría que ‘desregular’?

R. Más que ‘desregular’, habría que adaptarse al progreso técnico. Por ejemplo, en terapias avanzadas. Se aplican los mismos criterios clínicos para un fármaco biotecnológico que para una molécula química, cuando el concepto y la aplicación son completamente diferentes. Sería impensable montar un ensayo clínico en fase III de una terapia celular multicéntrico y multinacional con 3.000 pacientes. Esto tendrá que cambiar, y la Administración debe ser consciente de que es un mercado muy regulado, que hay que balancear costes-beneficios y evaluar los riesgos, pero que en ningún modo debe llegar a ser asfixiante.

P. ¿Alguna petición más?

R. La industria necesita un marco razonable y estable, que le permita tener garantía jurídica de que se va a seguir una estrategia. Los programas de más éxito son los que tienen estabilidad temporal. Para la industria es más importante aún que el dinero físico.

P. Y un pacto en Ciencia, ¿no?

R. Los grandes temas exigen un pacto, y la Ciencia exige un pacto.

P. ¿Cómo animar a la industria?

R. Se pueden adoptar medidas indirectas: están los incentivos fiscales que se mantendrán tras 2011. Un paso más sería incrementarlos. También se estudian mecanismos para incentivar mercados alternativos bursátiles. Innocash pretende movilizar capitales privados de origen financiero en empresas que no hacen I+D.

P. ¿Así se llegaría al objetivo?

R. Eso permitía incrementar la inversión privada. España necesita invertir el doble. Es irreal pedir un doble esfuerzo a las empresas que ya hacen I+D, y menos en los tiempos que corren. Si queremos duplicar la inversión privada hay que atacar otros yacimientos de capital que no son las empresas tecnológicas ya conocidas, que están haciendo bastante esfuerzo.

P. ¿Se han marcado algún objetivo en cuanto a patentes?

R. España está en lugar 11 de la UE. Todo lo que se haga es poco, ya que no es el sitio que nos corresponde por peso económico. Aún así, me centraría más en la calidad que en la cantidad. Podemos elevar el número de patentes y no incrementar el potencial de innovación. Desde Genoma queremos extender a otras áreas las ayudas en el programa de cartera tecnológica, que hasta ahora financian el 70 por ciento de las patentes biotecnológicas españolas.