Esther Martín del Campo Madrid | viernes, 10 de octubre de 2014 h |

En una semana dominada por el primer contagio por el virus del ébola fuera de África en nuestro país, la agenda política ha pasado de puntillas por otros asuntos esperados como el debate en la Comisión de Sanidad de la propuesta socialista de elaborar un plan nacional que vele por la equidad en el acceso a los tratamientos de hepatitis C.

Aunque PP y PSOE parecen estar de acuerdo en el fondo, a juzgar por el contenido de la propuesta socialista, con autoenmienda tras la incorporación de sofosbuvir a la financiación del Sistema Nacional de Salud (SNS), y la enmienda planteada por el PP, que contempla la elaboración de un plan especial de control y protección para esta enfermedad, una vez más, el acuerdo no ha sido posible. Incluso en temas en el que parecen haber llegado a las mismas conclusiones, los partidos políticos mayoritarios caminan en paralelo.

La proposición no de ley (PNL) defendida por el portavoz de Sanidad socialista, José Martínez-Olmos, fue votada con la rectificación planteada por el PSOE y rechazada finalmente con 23 votos en contra y 17 a favor.

Martínez Olmos reiteró el apoyo de su partido a la negociación entre el gobierno y el ministerio para rebajar el precio de sofosbuvir, y alegó que es un buen momento para abordar la detección y el tratamiento precoz de esta enfermedad a partir de un plan que establezca un marco de igualdad en todas las comunidades. Además, la propuesta socialista recalcaba que es preciso aportar una financiación adicional a las regiones para hacer frente a su impacto presupuestario.

A simple vista, los mismos argumentos que los defendidos en su enmienda por el diputado popular José María Alonso, que explicó que los presupuestos generales para 2015 contemplan en una de sus partidas esa financiación extra para las comunidades y expresó la coincidencia en la necesidad de un plan especial contra la enfermedad. De poco sirvió, no obstante, su apelación a aprobar la enmienda popular “por el bien de los enfermos”. Casi idéntico reclamo al realizado por Martínez Olmos, que pidió consenso para ofrecer a los pacientes “un horizonte de optimismo”.

La visión de otros partidos

Casi lo más importante es que este punto en el orden del día permitió dar visibilidad a las opiniones de otros grupos parlamentarios.Por ejemplo, desde Unión, Progreso y Democracia, su portavoz, Antonio Cantó, indicó que este tema pone sobre la mesa los problemas competenciales para garantizar el acceso a los tratamientos. Junto a una batería de preguntas sobre el precio o el número de dosis que se plantean adquirir, Cantó indagó sobre la adquisición de este fármaco a través de la central de compras del SNS o las herramientas que utilizará el ministerio para garantizar el acceso al fármaco si las comunidades deciden limitarlo de manera directa o indirecta.

Para Gaspar Llamazares, portavoz de Izquierda Plural, que apoyó la PNL socialista, los avances han creado expectativas en los pacientes y hay que ofrecerles una respuesta. Llamazares insistió en introducir otro elemento en este debate, el interés de las compañías farmacéuticas por desviar la investigación a las patologías crónicas, dejando en un segundo plano el área de enfermedades infecciosas, lo que ocasionará problemas a corto y medio plazo en materia de antibióticos, según advirtió.

El portavoz de Izquierda Plural mostró su preocupación por la “especulación en este sector”, con compañías que no investigan, pero “compran investigaciones y especulan con ellas”. “Lo estamos viendo”, aseguró, y frente a estas situaciones no es cuestión de que negocie sólo un estado: “es necesario modificar la legislación internacional y de conglomerados como la Unión Europea”.

Mientras tanto, las compañías farmacéuticas con productos en el área de la hepatitis C completan la información que ha salido a la luz sobre sus medicamentos para matizar las noticias aparecidas en los últimos meses sobre los retrasos en la aprobación de sofosbuvir. En opinión de algunos de los especialistas y pacientes que participaron recientemente en un seminario de prensa organizado por Janssen, con su simeprevir incorporado a la financiación del SNS desde principios de agosto, muchos de los titulares que se han podido leer a lo largo de este tiempo resultan imprecisos y un tanto exagerados.

La realidad, según recalcó Miguel Ángel Serra, médico del servicio de Hepatología del Hospital Clínico de Valencia, es que, por ahora, no existe un “único fármaco mágico que cure por sí solo la enfermedad”. En función del grado de evolución, el tratamiento ideal, en opinión de José Luis Poveda, presidente de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria, pasaría por la combinación de simeprevir o sofosbuvir con interferón pegilado y rivabirina (PR) en pacientes en estadío F2 o F3, mientras los enfermos en F4 o intolerantes al interferón deberían ser tratados con un combo de simeprevir y sofosbuvir. Según las estimaciones de estos expertos, entre el 20 y el 30 por ciento de los pacientes que actualmente están en tratamiento podrían beneficiarse de la combinación.

La ‘letra pequeña’

Los especialistas recalcaron la importancia de tener en cuenta los detalles de los resultados de los ensayos clínicos realizados con todos estos fármacos. Serra explicó, por ejemplo, que la investigación de sofosvubir no incluyó pacientes pretatados en sus ensayos. Además, matizaron que si se analizan las tasas de curación en el subtipo 1a y 1b (este segundo es el más común en nuestro país), la respuesta virológica sostenida en 1b de simeprevir +PR llega al 85 por ciento, frente al 82 de sofosbuvir+PR, que alcanza el 92 por ciento en el subgenotipo 1a, el más frecuente en EE. UU., donde se ha llevado a cabo la investigación de sofosbuvir.

Otro dato importante sobre el tratamiento con simeprevir, según los expertos, es que permite conocer a las cuatro semanas de tratamiento si hay respuesta a la terapia, algo que no es factible con la otra combinación, lo que alarga el tiempo de tratamiento hasta poder evaluar los resultados.

A falta de conocer el informe de posicionamiento terapéutico de sofosbuvir, creen que las autoridades barajan su empleo en pocos supuestos: ampliar peritrasplante, en enfermedad avanzada con contraindicaciones de interferón y en enfermos que no responden a inhibidores de la proteasa, entre los que está simeprevir. En la mayoría de casos, indicó Serra, la enfermedad está tan avanzada que entrarán en trasplante, aunque en mejores condiciones.

A la par que se va definiendo el nuevo papel que el Ministerio de Sanidad y las comunidades dejarán jugar a estos medicamentos, Bristol-Myers Squibb prepara el lanzamiento del próximo fármaco contra la hepatitis C, daclatasvir, aprobado recientemente en la UE en combinación con otros medicamentos para los genotipos 1,2,3 y 4. A principios de noviembre la compañía ofrecerá nuevos resultados en la reunión anual de la Asociación Americana para el Estudio de Enfermedades del Hígado (Aasld, por sus siglas en inglés). Por ahora, ha anticipado algunos datos del estudio Ally-3, que investiga el tratamiento de 12 semanas de la combinación de sofosbuvir y daclatastvir en pacientes con genotipo 3, entre el 15 y el 20 por ciento de los casos en España.

Los resultados indican que a las cuatro semanas tras finalizar el tratamiento con ambos fármacos el 86 por ciento de pacientes pretratados y un 91 por ciento de los naïve ofrecen una respuesta virológica sostenida.

Los expertos creen que hay que desmontar la idea de que hay un único fármaco mágico que cura la enfermedad