ENTREVISTA/ Arango acaba de ser nombrado presidente electo del Colegio Europeo de Neuropsicofarmacología

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Rocío chiva Madrid | jueves, 31 de octubre de 2013 h |

Con este nombramiento como presidente electo del Colegio Europeo de Neuropsicofarmacología, Celso Arango se convierte en el primer español en ostentar este cargo en los 25 años de vida de la institución. Eduard Vieta, jefe del Servicio del Psiquiatría del Hospital Clínic de Barcelona, acompañará a Arango en este reto desde su cargo como tesorero.

Pregunta. ¿Qué supone un nombramiento como éste?

Respuesta. Es una gran alegría y una gran ilusión no solo por mí, sino porque reconoce la importancia de la investigación en el campo de los trastornos del cerebro en este país en los últimos años. Además, se da la paradoja de que en el board nunca había habido ningún español y ahora hay dos.

P. ¿Qué objetivos se plantea en estos tres años como presidente electo del Colegio?

R. Uno de los grandes retos es la formación de clínicos e investigadores jóvenes en países de Europa del Este como Moldavia, Macedonia o Rumanía. Organizamos formación in situ para estos profesionales con salarios de 100 euros al mes y necesidades formativas que no les proporcionan sus gobiernos. Así, en lugar de que ellos se trasladen a congresos a los que no pueden acudir, vamos nosotros y hacemos seminarios formativos de tres días de duración. Además, vía mail o Skype, supervisamos a algunas de estas personas y si al final cumplen una serie de requisitos, obtienen un certificado acreditado por el Colegio.

P. ¿Esto ya se hace?

R. Sí, pero lo vamos a potenciar cada vez más. Ahora les damos asesoramiento, pero a partir del año que viene también vamos a empezar a financiar estancias breves, de dos semanas a dos meses, en otros centros punteros de Londres o en el Max Planck de Alemania. La financiación incluirá todos los gastos, incluido viaje y estancia. No les financiamos proyectos de investigación, pero sí les enseñamos la metodología, técnicas de selección de muestras o cómo hacer una revisión clínica de la literatura científica.

P. ¿Qué opina de la polémica en torno a la clasificación DSM-5?

R. El DSM-5 es un mal necesario. Es una aproximación a la realidad y como tal tiene una serie de limitaciones importantes, pero no hay una alternativa mejor. Esta clasificación sirve fundamentalmente para que los profesionales de salud mental nos entendamos entre nosotros, para que las empresas de seguros privados en Estados Unidos sepan lo que pueden cargar desde el punto de vista económico o para que los profesionales sepan a qué asistencia tienen derecho con su plan de seguros, pero no habla de fisiopatología de las enfermedades mentales ni sirve para hacer investigación. Es un mal porque no es una clasificación objetiva y con evidencia detrás de ella, pero es necesaria porque no hay nada mejor.

P. ¿Cree que hay una excesiva medicalización en la sociedad?

R. Precisamente tenemos dos retos importantes de futuro inmediato, en los próximos cinco o seis años, en este sentido. Uno de ellos es el cambio de la nomenclatura en neuropsicofarmacología. Estamos utilizando una nomenclatura absolutamente obsoleta que no solo no sirve para nada, sino que hace daño. Así, hablamos por ejemplo de fármacos antipsicóticos que en realidad son más eficaces en depresión o autismo que en esquizofrenia. Actualmente, ya estamos hablando con las agencias reguladoras y las sociedades científicas para ponerlo en marcha. El otro gran reto es el de hacer un repositorio con todos los fármacos que la industria ha desechado por dar un resultado globalmente negativo, que no se diferencia de placebo. Pero es que es muy posible que los pacientes hayan llegado a los mismos síntomas desde distintas vías y que en el estudio se les haya clasificado fenotípicamente por el DSM-5, por lo que es muy probable que el fármaco en estudio sea eficaz en unos sí y en otros no. Por eso, vamos a pedirle a la industria farmacéutica que nos deje esos fármacos para hacer ensayos clínicos no comerciales para ver si hay subgrupos de pacientes que se pueden beneficiar de ellos. Ya hemos conseguido un fármaco, pero queremos todos los que actúan a nivel del SNC.

P. ¿Cómo se puede fomentar la financiación de la investigación en trastornos mentales?

R. Ante esto, lo único que podemos hacer es diseminación, para que se conozca cuántas personas tienen enfermedades del cerebro y cómo estas afectan a la funcionalidad y a la calidad de vida. Además hay que romper una serie de tabúes como que las enfermedades del cerebro son cosas que les pasan a otros, ya que afectan al 26 por ciento de los europeos y, si incluimos ahí a los familiares de esas personas, llegamos a un 70 por ciento. Otro tabú es la relación entre estas patologías y la tercera edad, cuando la mayoría de los trastornos mentales psiquiátricos (no sólo autismo o hiperactividad, sino también trastorno bipolar, depresión, esquizofrenia o ansiedad) comienzan en la infancia y adolescencia, son crónicos y acompañan a las personas durante muchísimo tiempo, por lo que producen más discapacidad. Y, por último, es falso también que no sirva para nada investigar en el cerebro. De hecho, hay un estudio de una consultora independiente que asegura que el retorno por inversión es el mismo en enfermedades cardiovasculares que en enfermedades del cerebro. Ese mensaje es fundamental que cale y que llegue a la Administración, ya que el presupuesto que tenemos destinado a salud mental en España, dentro del presupuesto de sanidad, es inferior a la media de la Unión Europea. Y no hablo de dedicar más dinero a salud mental, sino del porcentaje que va a salud mental y del porcentaje que no va a salud mental.

P. ¿En qué líneas de investigación está trabajando ahora?

R. El Cibersam tiene varios programas de investigación en depresión, esquizofrenia, trastorno bipolar, trastornos psicosomáticos, patología en la infancia y adolescencia e innovación terapéutica. Y en el Gregorio Marañón trabajamos fundamentalmente en trastornos del neurodesarrollo, en patologías que tienen su origen en un desarrollo anormal del cerebro en la gestación misma y que tienen que ver con mecanismo genéticos de cnv, deleciones o duplicaciones del material genético. Desde el punto de vista de los tratamientos, hacemos estudios no comerciales con fármacos como N-acetilcisteína u Omega 3, que reducen el estrés oxidativo y las cascadas de procesos inflamatorios que se producen en el cerebro y que pueden dar lugar a perdidas acentuadas o mayores de sustancia gris.

“Uno de los grandes retos es la formación de investigadores jóvenes de Europa del Este”

“El presupuesto destinado a salud mental en España es inferior
a la media de la UE”