rocío chiva Madrid | viernes, 28 de agosto de 2015 h |

Dos trabajos publicados casi de manera simultánea en las revistas Nature y Nature Genetics por el mismo grupo de científicos del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) han demostrado el importante papel que tiene la genética en el origen del prolapso valvular mitral (PVM), una patología que afecta a uno de cada 40 individuos y que, aunque benigna en la mayoría de los casos, puede también progresar a una insuficiencia mitral y, en consecuencia, a la necesidad de una cirugía.

Además de la importancia de estos hallazgos, Jorge Solís, director de la Unidad de Imagen Cardiaca del Hospital Universitario Montepríncipe, en Madrid, destaca también el hecho “casi inédito” de encontrar dos publicaciones del mismo equipo de investigadores en dos revistas del mismo grupo de manera prácticamente simultánea.

Los trabajos, complementarios en cuanto a bases científicas y metodología, se diferencian en el grupo de pacientes estudiados. Así, mientras que el trabajo publicado en Nature se centra en el estudio de familiares, la investigación de Nature Genetics ha estudiado casos esporádicos de PVM. Dada la mayor dificultad de esta última tarea, los resultados publicados son más específicos en el caso del trabajo de Nature, en el que se describe una mutación específica en el gen DSH1 como la “culpable” del origen familiar del PVM.

En el estudio de casos esporádicos, los investigadores no han logrado identificar todavía un gen determinado, pero sí han localizado ciertas regiones (locus) en las que, explica Solís, en el futuro esperan “encontrar también un gen específico”, que podría o no ser el mismo que se ha identificado en los casos de herencia familiar.

La investigación, que comenzó en 2007 en Boston gracias a la concesión de una beca de la Fundación Leducq —cuyo requisito es que haya un grupo de investigación a cada lado del Atlántico que, en este caso, fueron Francia y Boston; España se unió posteriormente—, ha analizado ya más de 2.000 pacientes de diferentes países desde su puesta en marcha. En España, son Solís y Leticia Fernández-Friera, también científica del CNIC, los encargados del registro.

Bajo el nombre de Promesa (estudio del prolapso mitral en centros españoles), Solís y Fernández-Friera ya han registrado más de 300 PVM, si bien han incluido solo 220 procedentes de 13 centros hospitalarios ya que, apunta Solís, “es importante que la muestra esté distribuida por la geografía española”.

Para la detección de casos, estos profesionales importaron de Boston —donde trabajaban en el momento en que se inició el estudio— la ecocardiografía tridimensional, una técnica mucho más precisa que la ecocardiografía convencional bidimensional a la hora de caracterizar a los pacientes y pronosticar cuáles de ellos podrían derivar con más facilidad en insuficiencia cardiaca (IC) o muerte súbita (ver imagen). “Con la ecocardiografía en tres dimensiones es posible ver los prolapsos con una distorsión en la anatomía de la válvula mitral mucho mayor”, destaca Solís, por lo que es más fácil seleccionar a aquellos pacientes con un riesgo mayor de desarrollar insuficiencia mitral. Actualmente, de hecho, uno de los objetivos del estudio Promesa es precisamente el análisis mediante ecocardiografía tridimensional y resonancia magnética de los PVM recogidos para “intentar aportar algo más al paciente”, enfatiza.

Pero la tecnología y la genética no son los únicos retos pendientes de este equipo de investigadores. Todavía queda otra pata, la clínica. Tal y como ya sucede en pacientes con síndrome de Marfan, a los que se les administra un ARA II —indicado inicialmente para el tratamiento de la hipertensión arterial— para establizar el crecimiento de la aorta y evitar que termine rompiéndose, Solís destaca que ya se está estudiando la posible eficacia de fármacos para estabilizar el crecimiento de la válvula mitral, evitando así una posible intervención quirúrgica emn el futuro.

En concreto, este investigador señala que ya hay bastantes estudios en preclínica —en modelos de ratón y de pez zebra— con fármacos que ya tienen indicación en otras patologías cardiacas, en concreto betabloqueantes, IECA y ARA II, con resultados satisfactorios. Ahora, el siguiente paso es la realización de ensayos que prueben si estos fármacos son también eficaces en humanos. Si esto se confirmara, estos fármacos podrían ser administrados de forma preventiva a pacientes portadores de la mutación en el gen DSH1, pero que todavía no han desarrollado un PVM.

Muchos datos y muchos retos todavía por delante que Solís resume destacando que lo importante ahora es “unir las tres patas de la investigación: la genética, la imagen cardiaca y la clínica”.

La ecocardiografía en tres dimensiones permite detectar mejor el riesgo de desarrollar insuficiencia mitral

Actualmente, se estudia en preclínica la posibilidad de administrar fármacos de forma preventiva en PVM