LucÍa Barrera, Directora de
Gaceta Médica
| viernes, 19 de septiembre de 2014 h |

No hablemos de precio, sino de valor. Ésta es la máxima que debería primar a la hora de determinar qué fármacos debe financiar el Sistema Nacional de Salud. Parece que la crisis económica ha agudizado el ingenio de los gestores que se han decidido a buscar un modelo de financiación que esté basado en la valía real que aportan los medicamentos para los pacientes. Y para que la casa no se empiece por el tejado el paso obligatorio debe ser establecer registros de pacientes que, para empezar, cuantifiquen cuántas personas están afectadas por una enfermedad.

Esto, que a priori, podría ser de perogrullo, es una herramienta que tanto pacientes como especialistas de diferentes ámbitos llevan años demandando. Pero parece constituir una tarea de titanes. La integración es compleja por el volumen de datos y hasta el momento se han puesto en marcha 115 registros.

Es cierto que con las transferencias sanitarias los sistemas se acercaron a los pacientes, pero a cambio se ha perdido transparencia en los datos. En la actualidad, no se pueden establecer comparaciones entre la supervivencia por patologías entre hospitales y comunidades autónomas, ni se sabe si tienen las mismas complicaciones o qué recursos demandan. Mientras, algunas regiones ya han configurado sus propios sistemas de registro, con lo que a la hora de aunar datos, hay un plus de dificultad. Quizás detrás de todo ello subyace el miedo a ver lo que hace el vecino pero hay que poner por encima el beneficio que ello conllevará para el sistema. Los ahorros que se produzcan juegan a favor de todos.

Contando con registros, los profesionales pueden tener resultados reales de los tratamientos y no circunscribirse únicamente a los que arrojan los ensayos clínicos, que aunque útiles para que un medicamento salga al mercado muchas veces no recogen los perfiles del día a día de la consulta, y se abre definitivamente la puerta para establecer fórmulas imprescindibles para la asegurar el acceso a los tratamientos como el precio basado en resultados o por indicación.