LucÍa Barrera, Directora de
Gaceta Médica
| lunes, 24 de noviembre de 2014 h |

De nuevo toca hablar de hepatitis C y de nuevo parece que las noticias no son halagüeñas. Una vez que ya han salido a la luz los informes de posicionamiento terapéutico (IPT) de simeprevir y sofosbuvir la situación sigue sin estar clara y queda al albur de lo que las comunidades autónomas tengan a bien financiar.

En concreto, el IPT de sofosbuvir ha levantado ampollas por las restricciones que implica, máxime cuando al fármaco se le reconoce “valor terapéutico añadido” en comparación con los estándares actuales de tratamiento, y también porque el documento nace desfasado, especialmente por las nuevas evidencias clínicas en relación a la combinación de antivirales. Estas dos cuestiones, sumadas al hecho de que se han incluido modificaciones posteriores al texto inicial, es lo que generado que la Asociación Española para el Estudio del Hígado haya renegado de su participación en el mismo.

A medida que se desarrollan los acontecimientos está claro que la única fórmula para que, de verdad, los fármacos lleguen a todos los pacientes, independientemente del centro o el especialista que les traten, es a través de un plan nacional, al igual que se hizo en su día con el VIH. No hay que olvidar, que, afortunadamente —y aunque a los gestores les suponga un quebradero de cabeza— la ciencia sigue avanzando y lo mejor en el abordaje de esta patología está por llegar, con nuevos fármacos que vendrán de la mano de laboratorios como Gilead, Abbvie o BMS.

Mientras, la tensión social aumenta. Los especialistas se enfrentan a situaciones dramáticas en las consultas ante las peticiones, la falta de información y directrices claras y las restricciones en la prescripción, y vemos cómo los pacientes saltan a los medios con acciones de presión para conseguir los fármacos, una situación que no deja de ser preocupante por el peligro que se corre de que se haga una utilización política de las personas y se juegue, en aras de otros intereses, con la desesperación que puede producir una enfermedad grave.