Gaceta Médica viernes, 29 de agosto de 2014 h
Desgraciadamente este año el periodo estival no ha dado tregua a la información sanitaria. El virus del ébola ha tenido presencia diariamente en los medios nacionales a partir de la repatriación y posterior fallecimiento del sacerdote Miguel Pajares, primera víctima española que se cobra esta enfermedad. Y es que no ha sido hasta que el virus ha empezado a afectar a ciudadanos de países occidentales, y estos se han visto amenazados, que las alarmas se han disparado. Así, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba la emergencia de salud pública internacional el 8 de agosto, cuando en países como Sierra Leona, Guinea, Nigeria o Liberia la transmisión del virus de persona a persona se venía dando desde hacía ya semanas.
Da la sensación, por tanto, de que la reacción del organismo internacional no ha sido todo lo rápida que debería ante un brote que, con casi 1.600 muertes es ya el más virulento que se ha registrado. La hoja de ruta que publicaba la OMS a finales de agosto para coordinar la respuesta internacional se marca la meta de detener la transmisión en un plazo de 6 a 9 meses, cuando el 40 por ciento del número total de casos han ocurrido en las últimas tres semanas. El hecho de que los países desarrollados hayan reaccionado tarde apoyando a los sistemas de salud de los países afectados denota una visión cortoplacista que conllevará consecuencias más costosas.
Los testimonios que llegan de países como Liberia son alarmantes: los pocos hospitales que quedan en la capital no tienen recursos para atender a los enfermos ni garantizar las mínimas condiciones para evitar los contagios y la gente muere en sus casas de otras patologías como la malaria o el tifus por miedo a acudir al hospital. No es de extrañar, por tanto, que cada día aumenten las bajas entre los profesionales sanitarios (las últimas cifras apuntan a 120 muertos) debido a la insuficiencia de equipos protectores y de personal, que hace que estos trabajen sin descanso para atender a las personas que contraen la enfermedad. La ayuda internacional debe ser rápida y certera y tener en cuenta el impacto socioeconómico del brote.