| viernes, 20 de noviembre de 2009 h |

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

La Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc) tiene ante sí una ocasión única para tomar nuevos aires, hacer tábula rasa y dar un giro de 180 grados a la estrategia que han venido manteniendo sus rectores durante los últimos tiempos. El Congreso Nacional de Barcelona puede ser el gran punto de inflexión que determine la vuelta de esta organización a los tiempos gloriosos en los que era ella la que marcaba los pasos en la atención primaria, o constituir en cambio el detonante para una caída en picado que consolide de forma definitiva a su rival, Semergen, en el puesto número uno de las sociedades científicas representativas de los facultativos del primer nivel asistencial. Desde luego, Semfyc ha de hacer algo, porque los últimos cuatro años no le han sido fructíferos, especialmente a raíz del fatídico Congreso Nacional de Valencia, en el que se produjo su divorcio definitivo e incomprensible con la industria farmacéutica que opera en España y, de algún modo, con el sector. Divorcio, por cierto, que aún se mantiene vivo.

Y es que, el giro que ha pegado Semfyc en estos últimos años resulta casi inexplicable. La misma sociedad que antaño fue compañera honesta de los laboratorios y que trabajaba con ellos de la misma manera que con otros agentes de la sanidad, es la que, no se sabe si guiada por el ya olvidado Fernando Puig de la Bellacasa, o por un sorprendente ataque de asepsia mal entendida, prefirió transformarse con la llegada del PSOE, optando por mantenerlos a distancia, pero sin renunciar, eso sí, a sus ayudas y subvenciones, como pueden dar fe los máximos responsables de más de una compañía farmacéutica. La misma Semfyc que hace años era un auténtico martillo para el poder, lo ostentase quien lo ostentase y tuviera el color que tuviese, es la misma que durante más de cinco años ha mantenido un intenso maridaje con el Ministerio de Sanidad socialista, pese a los graves problemas que asolan a los recursos humanos en el sector y a la ausencia de políticas para combatirlos. La misma Semfyc que antaño congeniaba y colaboraba con otras sociedades científicas de forma muchas veces desinteresada es hoy la que pone palos en las ruedas de sus rivales y, sin embargo, compañeras, y que trata de impedir por todos los medios, por ejemplo, que Semergen forme parte de la Organización Mundial de Médicos de Familia (Wonca), abroncando incluso a la Federación de Asociaciones Científico-Médicas de España (Facme) por su apoyo. Bonita manera de privar a España de otro representante en la organización.

Semfyc, en fin, ha de someterse a una metamorfosis plena para volver a ser lo que antaño fue, una sociedad científica ejemplar, porque el camino que lleva no va a hacerle ganar afiliados, sino más bien, todo lo contrario. La teoría de los vasos comunicantes también funciona en primaria, como puede comprobarse en el trasvase de asociados que se ha producido en favor de Semergen. Es cierto que a diferencia de otros tiempos, la Junta directiva que ahora cambia ha tenido que enfrentarse a Julio Zarco y al fabuloso equipo que le rodea, pero también lo es que no todo lo que le sucede puede imputarse a la pujanza de sus rivales. Algo de culpa tendrá la propia Semfyc de la crisis en la que está inmersa. Por eso, y por la que se le avecina al primer nivel asistencial por culpa de la recesión económica, es hoy más necesario que nunca un cambio radical en Semfyc para que esta sociedad científica sea otra vez fuerte y combativa, y capaz de plantar cara a las autoridades y alcanzar acuerdos de entendimiento con Semergen en asuntos concretos en la defensa de los médicos del primer nivel asistencial.