| jueves, 21 de marzo de 2013 h |

El 97 por ciento de los médicos admite haber dado al menos una vez algún tipo de placebo a sus pacientes, ya fuera por petición del propio paciente o por iniciativa propia para tranquilizarle, según un estudio realizado con una muestra de 783 médicos y publicado en la revista ‘PLoS One’. En el estdio, este equipo de investigadores han distinguiso entre placebos puros (pastillas de azúcar o inyecciones salinas que no contienen ingredientes activos) e impuros (tratamientos no demostrados como el uso de antibióticos cuando se sospecha de infección viral, pruebas que no son esenciales o análisis de sangre para calmar al paciente). “Potencialmente, el placebo puede ayudar a la gente si se usa con ética; pero también puede generar costos si se usa inapropiadamente”, ha explicado a la BBC Jeremy Howick, de la Universidad de Oxford, en Reino Unido, y coautor de la investigación. Según ha asegurado, su uso es “muy común a pesar de que es considerado antiético”.

Según se desprende del estudio, el 66 por ciento de los profesionales considera que el placebo puro es éticamente aceptado solo bajo ciertas circunstancias. Pero más aceptación todavía tiene el placebo impuro, con hasta un 84 por ciento de los médicos de acuerdo. En opinión de George Lewith, de la Universidad de Southampton, también coautor del estudio, “el estigma que acompaña al uso del placebo es irracional y se deberían hacer más investigaciones para desarrollar placebos éticos y rentables”. Eso sí, el estudio también señala que más del 90 por ciento de los médicos rechazó su uso si ello daña la confianza medico-paciente y más del 80 por ciento se mostró en contra de su utilización si ello implica engañar al paciente.

De estos resultados, Lewith concluye que el placebos “puede ayudar a mucha gente e incluso ser efectivo mucho tiempo después de su administración, ya que funciona liberando los analgésicos naturales de nuestro cuerpo”. Howith, por su parte, destacó que esta práctica no tiene por qué ser antiética siempre y cuando no se mienta al paciente. “En algunos casos, administrar placebo involucra engañar al paciente, como cuando el doctor le dice que le está dando un medicamento y en vez de eso le suministra una solución salina pero, en otros casos es cuestión de ofrecer sugerencias positivas”, ha explicado.. Además, Howith también justifica el tratamiento con placebo cuando el paciente ya ha probado otras opciones farmacológicas y éstas, o bien no funcionan o bien tienen serios efectos secundarios. “En estos casos que sabemos que el placebo puede funcionar y lo damos en una forma ética, informando al paciente, podría ser beneficioso”, ha apuntado este profesional.

En cuanto a las recomendaciones al respecto, en Reino Unido, el Consejo Medico General (GMC, por sus siglas en inglés) es ambiguo respecto al uso de placebo, ya que no lo discute explícitamente y tampoco lo prohíbe. Este organismo tiene una recomendación para que los doctores sean siempre honestos con sus pacientes y le expliquen qué es lo que están recetando. Al mismo tiempo, aconseja responder las preguntas del paciente honesta y completamente. Al dejar claro que “los doctores ‘no deben retener información’ de los pacientes’ y teniendo en cuenta que algunas formas de utilización de placebo podrían involucrar la sugerencia de que el placebo es un tratamiento ‘real’, con frecuencia los médicos interpretan la visión del GMC como una prohibición de los placebos”, ha explicado howith.