Si de algo carece nuestro país es de la cultura de medir. El camino hacia el establecimiento de indicadores que permitan conocer y comparar está siendo lento y farragoso en el sistema sanitario. Es más, da la sensación de lo contrario, cada vez es más complicado conocer datos transparentes detallados por comunidades autónomas. Por eso premios como los Best in Class son absolutamente imprescindibles y los 160 hospitales y los más de 26 centros de atención primaria que se han presentado a las diferentes categorías son ejemplos a seguir.
Y es que los BiC no sólo pretenden ser un reconocimiento a los finalistas y ganadores, sino que constituyen un estímulo para seguir mejorando cada año. Todos los candidatos tienen el valor de presentar su trabajo y de permitir que sea evaluado junto a centros de otras comunidades o de su misma autonomía, desechando el famoso dicho de que las comparaciones son odiosas. Tras ocho convocatorias los Best in Class ya se han consolidado como una de las citas ineludibles dentro del sector, como demuestra la amplia participación de candidatos, que baten récords cada año. En definitiva, un acicate para los profesionales que ven reconocido su trabajo en tiempos revueltos.