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Cada vez existe más evidencia científica sobre la relación de la grasa con la evolución de las enfermedades que comparten una base inflamatoria y autoinmune. En el campo de la artritis reumatoide, la alteración de los índices de masa magra en brazos y piernas con respecto al tronco y de miembros con respecto a la masa magra total puede influir sobre la actividad de la enfermedad. En concreto, el exceso de grasa interviene en el daño radiológico y daño endotelial vascular precoz, según concluye un estudio español liderado desde el Hospital Universitario de Canarias (Tenerife) que se ha presentado en el Congreso del Colegio Americano de Reumatología (ACR, en sus siglas en inglés), celebrado en San Diego (California).
Mientras que anteriores estudios ya habían sugerido una composición corporal alterada en pacientes con artritis reumatoide, “en este caso hemos visto en qué zonas se encuentran esos índices de masa alterados y, además, hemos detectado una alta frecuencia de adiposidad abdominal y porcentaje de grasa en pacientes”, señala Iván Ferraz, médico adjunto del Servicio de Reumatología del citado centro y autor principal del estudio, en el que participaron un total de 216 sujetos, 111 pacientes con AR y 105 controles sanos., ajustados por edad y sexo.
Aunque no se alcanzaron diferencias significativas de exceso de grasa entre los controles y los pacientes, el 44 por ciento de los pacientes con AR tenían un índice de masa corporal superior a 30 kg/m2, frente al 32 por ciento en los controles. Además, la presencia de la sarcopenia tendió a ser mayor en los pacientes con AR que en los controles (13 por ciento frente a 7 por ciento).
En conclusión, puesto que la masa corporal alterada en estos pacientes es “consecuencia de la presencia, duración y actividad de la enfermedad”, Ferraz recomienda que se realice su medición para un mejor control de la enfermedad.
Por otro lado, otro estudio presentado en el congreso, cuya primera firmante es Vanesa Hernández, reumatóloga del Hospital Universitario de Canarias, confirma que en los pacientes con artritis reumatoide las variaciones en la actividad de la enfermedad suponían cambios en la actividad física, que disminuye cuando aparece un brote.
Asimismo, “al considerar la actividad física de forma global, no encontramos diferencias entre la población con artritis reumatoide y los participantes del grupo control. Pero al hacer un análisis del número de minutos diarios que empleaban en actividades de distinta intensidad, medido con el acelerómetro triaxial, evidenciamos que los sujetos con artritis reumatoide empleaban menos minutos en realizar actividad física de intensidad moderada y vigorosa que los sanos”, detalla la experta.
Puesto que estos pacientes presentan mayor riesgo cardiovascular debido a factores de riesgo como la inflamación mantenida, el uso de determinados fármacos y la aterogénesis acelerada, unos niveles adecuados de actividad física son fundamentales para controlarlo, y por ello Hernández remarca la importancia de potenciar el ejercicio físico, “pero siempre adaptándolo al estado articular”.