360 segundos. Ictus. 360 segundos. Ictus. Y así, constantemente. Cada seis minutos, muere una persona en España a causa de un ictus y lo más alarmante, aparte de esa cifra, es que en un alto porcentaje de los casos se podría prevenir. No solo se podría prevenir, sino que el ictus es previsible y tratable.
A esto, se suma que esta patología es la principal amenaza para la salud de las mujeres, ya que son en torno a unas 16.000 las que mueren cada año por esta enfermedad.
Volviendo al tema de la prevención, Jaime Masjuan, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Ramón y Cajal, dejó patente durante el taller de formación ‘Cómo mejorar la prevención del ictus en la mujer y en poblaciones de riesgo’ que “cuantos más factores de riesgo presenten los pacientes, peor será el resultado”. Tabaco, obesidad, diabetes, etc., son algunos de las causas que juegan un papel relevante (y negativo) en el riesgo de sufrir un ictus.
“El colectivo más vulnerable son las mujeres mayores de 75 años, donde la fibrilación auricular (FA) puede llegar a ser la causante del 50 por ciento de los ictus más graves”, añadió.
En este punto, también incidió en la necesidad de actuar “lo más rápidamente posible” para evitar, en la medida de los posible, las consecuencias. “La supervivencia y las secuelas dependen del tiempo y de la atención especializada”. He ahí la importancia de contar con Unidades de Ictus en todas las provincias —en estos momentos, hay una veintena en las que no existen—.
Como no podía ser de otra manera, también se habló de las diferentes herramientas a disposición de los especialistas, para abordar el ictus. Se nombró a los antivitamina K (AVK) —warfarina o sintrom son los ejemplos más representativos— y, por extensión, a los anticoagulantes orales de acción directa (ACOD).
Tanto Ignacio Fernández, coordinador de la Unidad de Arritmias del Hospital Universitario Puerta de Hierro, como Inmaculada Roldán, especialista en Cardiología en el Hospital Universitario La Paz, centraron sus intervenciones en los problemas que presentan los primeros frente a los segundos y los beneficios —medidos en términos de seguridad y eficacia— de estos.
Fernández hizo hincapié en que los tres pecados que habían cometido los expertos fueron: minusvalorar la incidencia e importancia del ictus y desenfocar el tratamiento.
Para Roldán, que un paciente no esté bien anticoagulado “importa y mucho”. Lo cierto es que “la mortalidad aumenta considerablemente”, especificó la facultativa, quien prosiguió diciendo que son numerosos los trabajos farmacoeconómicos que demuestran las ventajas de los ACOD.
¿Cuál es el problema? Los beneficios (económicos) y la redundancia de estos en el SNS no se observan a corto plazo, sino a medio y largo. Algo que, a día de hoy, parece no seducir a las autoridades sanitarias.
“Los ACOD se utilizan en un 37 por ciento de los casos en todo el mundo y un 21,7 por ciento en España”, apostilló Roldán, quien lamentó que esta situación repercute. Totalmente, en los pacientes y sus familiares.
Para Amparo Santamaría, jefa de Hemostasia y Trombosis del Hospital Universitario Vall d’Hebron, los AVK “tienen un estrecho margen terapéutico” y es hora de “adaptarse a la nueva era de la anticoagulación” y más sabiendo que los ACOD “son más seguros y eficaces”.
Para conseguirlo, la especialista advirtió de que es fundamental romper barreras económicas, culturales, de consenso y las relacionadas con los protocolos de manejo de esta patología.
Finalmente, Carmen Aleix, presidenta de la Federación Española del Ictus (FEI), puso el broche de oro, afirmando que la clave radica en apostar más por la prevención y la detección, aumentar los medios para avanzar en el tratamiento de la enfermedad, ofrecer terapia psicológica a pacientes, familiares y cuidadores y, por último, el número de escuelas de ictus para minimizar las secuelas.