Hematología/ Zaragoza celebra la 53º Reunión Anual de la SEHH y el 27º Congreso de la SETH

Variantes génicas que condicionan el alo-TPH

br

Cecilia Ossorio Barcelona La variabilidad genética del sistema inmune innato en el trasplante alogénico es importante, debido a su papel en la respuesta inflamatoria, que en este caso es muy grande debido a que confluyen el sistema inmune del donante y el del paciente. La necesidad de validar en poblaciones grandes el número de variantes génicas que influyen en el trasplante alogénico de progenitores hematopoyéticos (alo-TPH) fue uno de los temas destacados en el bloque de Polimorfismos genéticos y hemopatías malignas de la 53ª Reunión Anual de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH), celebrada junto al 27º Congreso de la de Trombosis y Hemostasia (SETH). Beatriz Martín Antonio, investigadora del Grupo de Trasplante del Servicio de Hematología del Hospital Clínic de Barcelona, explicó que actualmente hay variantes en los antígenos leucocitarios humanos (HLA, en sus siglas en inglés), que se utilizan como ayuda al diagnóstico de otras patologías, pero no en el trasplante alogénico todavía. Y también hay un alto número de variantes de otros genes que influyen en él. “Sin embargo, muchos estudios no se han validado, y otras veces la asociación de variantes con el pronóstico del trasplante que se observa en una población, no se logra confirmar en una mayor”, destaca. Desde su grupo, estudiaron variantes génicas del sistema inmune innato que ejercieran un papel en el alo-TPH. Comenzaron por una serie que comprendía pacientes de su hospital y del Virgen del Rocío en Sevilla, todos ellos adultos que se habían sometido a un trasplante alogénico de hermano HLA idéntico. Y validaron resultados en una serie más grande que se componía de distintos centros del Grupo Español de Trasplante de Progenitores Hematopoyéticos. En concreto, confirmaron cuatro variantes: el factor regulador de interferón 3 (IRF-3), el factor inhibidor de la migración de macrófagos (MIF), la beta defensina y el ATBF1. Según concretó Martín, IRF-3 influye tanto en la recaída como en la incidencia de enfermedad del injerto contra el huésped (EICH) aguda, una reacción muy frecuente de los linfocitos del donante. “Tiene un efecto perjudicial, pero también otro beneficioso antileucémico, porque estos linfocitos pueden eliminar los blastos leucémicos del paciente. Entonces, hay que conseguir un equilibrio entre la EICH y el efecto antileucémico”, aclara. En lo que respecta a MIF, han visto por primera vez que en alo-TPH tiene una alta asociación con la frecuencia de muerte por sepsis o infección. De esta forma, se valida lo que han encontrado en otras patologías, pues la mayoría de los pacientes que presenten estas variantes mueren por estas causas. Por otro lado, las beta defensina-1 —péptidos antimicrobianos—, se relacionan con una alta incidencia de EICH aguda, y funcionalmente muestran una alta respuesta inflamatoria. Y la ATBF1, un gen supresor tumoral, se observó que se asocia positivamente con una menor mortalidad por el procedimiento, e impacta en una mayor supervivencia libre de enfermedad. “Funcionalmente, vimos que esta variante se asocia con una mayor producción de IL-17, que tiene un papel importante en las infecciones. Además, ninguno de los pacientes que la presentaba moría por sepsis o infección, algo que podría estar indicando un papel de esta variante en la respuesta a distintos patógenos”, declara la investigadora. En cuanto a otros aspectos del congreso, Francisco Cervantes, presidente del Comité Científico y hematólogo del Hospital Clínic, realizó una revisión sobre el tratamiento actual de la leucemia mieloide crónica (LMC). Se refirió a los datos disponibles con imatinib, para valorar su papel actual y porque hay inhibidores de tirosinocinasa de segunda generación, nilotinib y dasatinib, que están pasando a primera línea, con superioridad en la obtención de respuestas citogenéticas. De momento, los datos a largo plazo con los que se cuenta de imatinib son a ocho años, y se ha comprobado que responden la gran mayoría de pacientes y que la respuesta se mantiene. La supervivencia se acerca al 90 por ciento. “También, globalmente, a los 5 años, hay un 30-35 por ciento de pacientes que han tenido que cambiar de fármaco, por respuesta inadecuada o por intolerancia”, expresa Cervantes. Mieloma múltiple En lo referente a mieloma múltiple, Juan José Lahuerta, jefe de Sección del Servicio de Hematología del Hospital 12 de Octubre de Madrid, hizo hincapié en que “aunque exhibe una gran diversidad de comportamientos clínicos, todavía es difícil establecer perfiles de tratamiento individuales ajustados a la complejidad biológica del tumor”. Según afirmó, la finalidad de la investigación clínica durante la década 2000-2010 fue poner a punto estrategias secuenciales explotando conjuntamente la acción terapéutica de la quimioterapia con la de nuevos fármacos como los inhibidores del proteosoma (bortezomib) y los inmunomoduladores (talidomida y lenalidomida). En la actualidad, una segunda generación de fármacos con nuevos inhibidores de proteasoma, nuevos inmunomoduladores y nuevos anticuerpos monoclonales ya están demostrando su potencial en ensayos clínicos fase I y II. | viernes, 28 de octubre de 2011 h |