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Los ictus cada vez ocurren en personas más jóvenes. Antes era excepcional que alguien por debajo de los 50 años sufriera un infarto cerebral motivado por un mal control de la hipertensión, el colesterol o la diabetes, y en la actualidad es una realidad que ya no sorprende, según explicó Jaime Masjuán, coordinador de la Unidad de Ictus en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, durante el Simposio “Nuevas fronteras para la prevención cardiovascular del ictus”, organizado por Boehringer Ingelheim. Además de la prevención, el experto recordó que hay una serie de tratamientos que, aplicados en las primeras horas en las unidades de ictus, consiguen que estos pacientes se puedan recuperar. Por un lado, está el ampliamente utilizado rtPA, la terapia intravenosa que disuelve el trombo durante las primeras 4,30 horas. Sin embargo, desde hace tres años se comenzó a realizar en España un cateterismo por la ingle que permite llegar al centro del cerebro, extraer el trombo y restaurar la circulación.
El tratamiento intravenoso es el estándar, y el cateterismo se haría en aquellos casos en los que el rtPA no funciona de entrada, al cabo de una hora, o no son candidatos por estar fuera de tiempo o recién operados.
Ahora bien, Masjuán hizo hincapié en que esta intervención requiere la presencia de equipos de guardia, de los que sólo hay 20 en España, cuando serían necesarios alrededor de 50. “Lo mismo ocurre con las unidades de ictus, que están al 50 por ciento de lo que debería haber”, remarcó.
También destacó el problema de la fibrilación auricular, que es la arritmia cardiaca que produce un 30 por ciento de los ictus. Y aquí la novedad es el recién llegado anticoagulante oral dabigatrán (Pradaxa), que no requiere monitorización, puede disminuir la incidencia del ictus hasta un 70 por ciento.
Sin embargo, Josep Brugada, director médico del Hospital Clínic, considera que se seguirá tratando con antivitamina K y que “los nuevos anticoagulantes están básicamente indicados en pacientes con antecedentes de accidente vascular cerebral o riesgo elevado de hemorragia intracraneal, con mal control del INR, con alergia o intolerancia a los antivitamina K, o en aquellos en quienes el seguimiento sea dificultoso”.