Aunque las infecciones bacterianas siguen siendo las infecciones nosocomiales más frecuentes, cada vez hay una mayor incidencia de fungemias —infección por hongos en sangre— en los hospitales españoles. ¿Por qué? Principalmente, señala Julio García, presidente del Grupo de Estudio de Micología Médica de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc), “porque los pacientes inmunodeprimidos o muy críticos cada vez sobreviven más” gracias a nuevas terapias para patologías hematológicas como leucemias, a avances en las unidades de cuidados intensivos (UCIs) o a que las áreas de trasplantes cada vez se perfeccionan más.
A pesar del aumento, la incidencia todavía no es alarmante, ya que los expertos hablan de entre 0,5 y un caso por cada mil ingresos en Europa, pero es importante poner medidas en unas infecciones que pueden alcanzar una tasa de mortalidad del 80 por ciento. Aunque su sintomatología es inespecífica y se parece a las de las infecciones bacterianas graves, García advierte de que habría que activar las sospechas ante, por ejemplo, “un paciente inmunodeprimido y con fiebre que no responde bien al tratamiento con antibióticos”. Además, también podría ser sugestivo de una infección de este tipo la aparición de una lesión en el pulmón.
A diferencia de las infecciones bacterianas, que pueden afectar a un espectro más amplio de la población, una infección por hongos suele afectar a pacientes más graves que suelen estar “muy debilitados, inmunodeprimidos, sometidos a tratamientos con antibióticos de amplio espectro, trasplantados de médula u órganos sólidos”, destaca.
En cuanto a los tratamientos, García es optimista ya que, aunque hace solo unos años solo existían una o dos opciones de tratamiento, actualmente existen varias alternativas terapéuticas que, además, no acumulan elevadas resistencias, al contrario de lo que ocurre con numerosos antibióticos. Así, en el caso de Cándida, no más del 10 o 15 por ciento de los aislamientos totales han demostrado ser resistentes a antifúngicos, lo que significa que entre un 80 y un 90 por ciento de estos hongos son sensibles a los tratamientos actuales. En el caso de Aspergillus, aunque hace algunos años se empezaron a detectar resistencias en Holanda —parece que los pesticidas que utilizan para los tulipanes contienen moléculas similares a las de los antifúngicos—y posteriormente en Inglaterra, que alarmaron a la comunidad europea, la realidad es que, a día de hoy, García señala que la “la resistencia a Aspergillus es anecdótica”.
De hecho, el problema no está ahí, sino en el diagnóstico de estas infecciones, que puede demorarse entre tres y cuatro días con los cultivos de muestras tradicionales —sangre, muestras respiratorias, biopsia de tejidos—. “Estas técnicas son las de referencia, pero son lentas y no tienen la sensibilidad suficiente; a veces o te sale negativo o, cuando logras el crecimiento del cultivo, el paciente ya ha fallecido”, destaca el también jefe del Servicio de Microbiología de La Paz.
Por eso, la buena noticia es que acaban de salir nuevas técnicas al mercado que podrían acelerar estos procesos. Así, por ejemplo, García habla de nuevos test de detección de Aspergillus capaces de detectar la presencia del hongo en solo 15 minutos, alguno de ellos a través de sustancias volátiles en el aliento. Mientras, ya se usan en el laboratorio técnicas no convencionales de biología molecular que detectan el ácido nucleico de los hongos directamente.
Esta técnica, que dura aproximadamente unas cuatro horas, se realiza tanto en Cándida como en Aspergillus y consiste en la extracción del ácido nucleico de la muestra para entonces proceder a la realización de una PCR, es decir, a la amplificación de este ácido nucleico. Posteriormente, comienza el proceso de detección o no de la infección en la muestra seleccionada. El problema, asegura este profesional, es que “son técnicas que te dan diagnósticos rápidos, pero que cada una por separado no es lo suficientemente buena”. Y por eso, de momento, la opción es la combinación de técnicas no convencionales entre sí o con técnicas convencionales de cultivo.