C. OSSORIO Barcelona | viernes, 30 de mayo de 2014 h |

Estudiar qué ocurre en la matriz extracelular del neuroblastoma contribuirá a comprender mejor el “caos” genético que se desencadena en los pacientes pediátricos con este tumor, y en ello trabaja el equipo de la investigadora Rosa Noguera, del Departamento de Patología de la Universidad de Valencia. Como ha presentado durante el Simposio de Investigación sobre Cáncer Infantil de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) celebrado en Sevilla, este proyecto, con fuerte implicación de matemáticos e ingenieros, parte de la hipótesis de que “pequeños cambios en las fibras de sostén que tienen estas células, o en el agua o los azúcares que tienen alrededor, pueden ser el inicio de ese caos genético posterior”.

Es un proyecto enfocado para ir desde fuera de la célula hasta su interior, cuantificando matemáticamente lo que ocurre, para descifrar los motivos por los que unos tumores neuroblásticos son benignos y otros muy malignos.

En el primer caso, hay un grupo de tumores cuyas células entran en apoptosis, de forma que desaparece el tumor. En otros, se transforman en células muy benignas. Según indica Noguera, en estos dos subtipos, y en algún otro de bajo riesgo, se producen cambios numéricos de los cromosomas. Es decir, ganancias o pérdidas completas.

Sin embargo, los tumores agresivos presentan una gran inestabilidad a nivel genético. “Se trata de alteraciones cromosómicas segmentarias; hay fragmentos de cromosomas que se ganan y que se pierden”, detalla la investigadora de la UV.

Desde hace ya casi 30 años, se sabe que cuando existen muchas copias del gen N-MYC, éste se “endo-reduplica” y se transforma en oncogénico. Ahora, el grupo de Valencia ha visto que no sólo este oncogén cumple un papel, sino que hay más implicados, y especialmente regiones cromosómicas, como por ejemplo 11-Q, 14Q o 3P, que se pierden en tumores que tienen agresividad.

“Hemos intentado ver qué número de alteraciones segmentarias está relacionado con una supervivencia más larga o con un periodo libre de enfermedad en los niños”, y de momento han concluido que, a mayor número de cambios segmentarios, peor pronóstico.

De hecho, con la técnica de análisis de polimorfismos de nucleótido simple (SNPs), han detectado que hay tumores que, en un solo cromosoma, tienen hasta 100 cambios de ganancia o pérdida. “Para seguir siendo malignos, generan un caos terrible y parece que eso está asociado a mayor agresividad. Algo que parece que va a ir en contra de la célula tumoral, va a favor”, matiza la experta.

Hace tres años, la AECC subvencionó un trabajo de este mismo grupo que les permitió poner en marcha una técnica de semigenómica, la MLPA, para observar los diez cromosomas más afectos en los neuroblastomas. “Esto nos posibilitó tener más de 600 casos analizados aquí en el Departamento de Patología de la Universidad de Valencia, que es el centro de referencia de estudios genéticos y anatomopatológicos”. puntualiza Noguera. Fue el origen que les condujo a descubrir los cambios genéticos que esconden estos tumores.

Sarcoma de Ewing

Por otro lado, durante el simposio, un equipo del Hospital Universitario Virgen del Rocío y del Instituto de Biomedicina de Sevilla presentó una investigación que tratará de identificar las alteraciones genéticas más agresivas que originan el sarcoma de Ewing, el cáncer de huesos y tejidos blandos que, a pesar de ser una enfermedad rara, supone uno de los tumores más letales en la edad infantil. A partir de los datos obtenidos, se intentará diseñar tratamientos dirigidos contra las mutaciones identificadas, más eficaces que los actuales.

En los neuroblastomas de alto riesgo, hace unos años se ha desarrollado un anticuerpo monoclonal frente a los receptores GD2,una terapia génica con eficacia en pacientes cuyos tumores tienen muchas alteraciones segmentarias y con amplificación del NMYC. Un abanico terapéutico que se completa con algunos tipos de interleuquinas y con ácido retinoico, que promueve que alguna de las células malignas pasen a diferenciarse hacia células benignas. Además, Rosa Noguera explica que, en la actualidad, están participando en un trabajo que lideran desde Gante, para recoger información del grupo denominado “ultra-high risk”, con el objetivo de crear una base de datos genéticos. “En breve vamos a poder detectar estos casos que peor evolucionan, para poder adecuar mejor la terapia”, aventura. Asimismo, en otro proyecto analizan el papel y el impacto de las células inflamatorias que están alrededor de las tumorales.