Añadir un fármaco para reducir el colesterol como ezetimiba al tratamiento habitual con estatinas reduce en un 6,8 por ciento el riesgo de eventos cardiovasculares (cv) en pacientes con síndrome coronario agudo (SCA), un porcentaje que aumenta hasta el 14 por ciento si se trata de reducir el riesgo de infarto y hasta el 21 por ciento en caso de accidente cerebrovascular isquémico. Los datos, procedentes del ensayo Improve-it, se han presentado en la sesión de late-breaking abstracts del Congreso de la Sociedad Americana del Corazón (AHA), celebrado en Chicago.
El ensayo, que siguió durante una media de seis años a 18.144 pacientes con SCA mayores de 50 años de elevado riesgo procedentes de 1.158 centros de 39 países, no ha ofrecido sin embargo diferencias significativas en mortalidad por patología cardiovascular entre los dos grupos —el grupo control que recibió solo simvastatina y el grupo al que se le administró también ezetimiba—. Tal y como destacó durante su intervención Cristopher P.Cannon, autor principal del estudio y profesor de la Universidad de Harvard, “este es el primer estudio que muestra que añadir a una estatina otro fármaco que no es una estatina para reducir los niveles de colesterol puede ayudar a la mejoría de pacientes con patologías cardiacas”. En concreto, el estudio señala que esta combinación ha logrado evitar un infarto en aproximadamente dos de cada cien pacientes, ya que esta terapia dual, según el estudio, consigue reducir el colesterol LDL a 54mg/dL, comparado con los 69 mg/dL que se alcanzaron en el grupo control de tratamiento con estatinas y placebo.
Alargar los tratamientos
Una de las dudas más frecuentes en medicina es hasta cuándo prolongar los tratamientos para conseguir el máximo beneficio sin causar perjuicio —por efectos secundarios— al paciente. Y a esto precisamente han querido contestar dos estudios presentados en el AHA. En primer lugar, un estudio publicado al mismo tiempo en NEJM ha demostrado que mantener la terapia antiagregante dual, TAD (aspirina más clopidogrel o prasugrel) durante 30 meses tras la implantación de un stent, frente a los 12 meses que recomiendan las guías americanas, reduce en hasta cinco veces la posibilidad de desarrollar una trombosis del stent y disminuye a la mitad el riesgo de sufrir un nuevo infarto. Laura Mauri, autora del estudio, destacó además que los datos son “consistentes en todos los pacientes”.
En un subanálisis posterior se observó una tasa algo mayor de sangrado y un aumento del riesgo de mortalidad por cualquier causa del 0,8 por ciento en los pacientes a los que se administró TAD durante más de dos años, un porcentaje que los expertos atribuyen a un desequilibrio en el número de pacientes con cáncer. Ante estos datos, recopilados a partir de una muestra de más de 25.000 pacientes en todo el mundo, Mauri recomienda al profesional, eso sí, “considerar el riesgo individual de cada paciente”, evaluando el balance beneficio/riesgo en cada uno de ellos.
Por otro lado, otra investigación presentada durante el Congreso ha mostrado que seguir un tratamiento anticoagulante con warfarina en combinación con un antiagregante como aspirina o clopidrogrel a largo plazo podría aumentar el riesgo de demencia en pacientes con una patología cardiaca. El estudio, de seguimiento a diez años, incluyó un total de 1.031 pacientes.
Asimismo, además de los resultados ya conocidos de idarizumab, el “antídoto” frente a dabigatran, en el AHA se han presentado resultados de moléculas todavía en investigación capaces de revertir el efecto de los nuevos anticoagulantes rivaroxaban y apixaban.