| viernes, 30 de septiembre de 2011 h |

Qué ex gerente de un hospital maniobra aún para Uniteco en el Colegio de Médicos de Madrid, sin mostrar pudor alguno ante los hechos por los que tuvo que dejar su puesto?

Qué abogado maniobra a su vez para quitarles a los Núñez la corporación, y ponerla en manos de AMA?

Qué ex compañero de Fariña le hace el juego a AMA y trata de recabar el apoyo de Amyts para quitar de en medio a la anatomopatóloga?

Qué miembro de la CESM se jacta de haber aplastado a sus rivales tras una trifulca jurídica en su comunidad?

Qué gerente de un hospital catalán de los tiempos del tripartito trata de buscar acomodo en un hospital de Castilla-La Mancha, en un nuevo gol que pueden meterle a Echániz?

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

Señoras y señores afiliados a la antaño gloriosa Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM). Si no lo saben aún, el neurocirujano y ex secretario general de la misma, Carlos Amaya, ha decidido abandonar esta organización. Aunque muchos puedan pensar que el asunto es intrascendente o superficial, desgraciadamente no lo es. Gracias a Amaya, por ejemplo, ningún médico del antiguo Insalud fue obligado a trabajar en un hospital público reconvertido en fundación, bajo no sé sabe aún qué condiciones laborales, como pretendían hacer José Manuel Romay Beccaría y Alberto Núñez Feijóo, allá por 1998. La habilidad de Amaya dio al traste entonces con la operación, en el que ha constituido el mayor fracaso del hoy presidente de la Xunta de Galicia durante su relevante carrera política. Gracias a Amaya, también se pararon muchas de las tropelías que el PSOE quería cometer contra los profesionales en los últimos estertores de la época de Felipe González, y se frenaron ocurrencias de alto riesgo, cargadas de veneno, en la etapa de Celia Villalobos en el Ministerio. Si usted trabaja en Madrid, debe saber asimismo que Amaya fue el responsable directo de que le subieran el sueldo en tiempos de Manuel Lamela en la Consejería. Una subida considerable, que volvió a recortarse hace poco más de un año con el tijeretazo socialista. Cuando se produjo, el neurocirujano ya no dirigía la CESM ni tenía peso en los órganos directivos de la confederación. Si lo hubiera tenido, otro gallo les habría cantado a sus bolsillos y al Ministerio de Sanidad, gran avalista de la rebaja decretada por Economía.

Hoy, Carlos Amaya se marcha. Lo hace aburrido, hastiado, desencantado y hasta cierto punto cabreado. Es normal. Al igual que les ocurre a centenares de médicos de Madrid y otras regiones, siente que el sindicalismo médico que se practica en estos tiempos de mediocridad no le aporta nada positivo como profesional, ni defiende los intereses del colectivo al que pertenece. Es su opinión, y no hace falta ser muy listo ni sondear mucho en hospitales y centros de salud para entender que es la mayoritaria. Por una cuestión de celos, de envidias, de intrigas absurdas y de añagazas, a Amaya le han querido poner palos en las ruedas. Los autores son los mismos que le reían las gracias al Gobierno mientras éste esquilmaba el salario de los médicos de todo el país. Los mismos que aplaudían y aplauden las ocurrencias de Trinidad Jiménez y Leire Pajín, y los mismos que con una intuición antológica de la política, del sentir médico y de la población en general, decidieron hostigar a Esperanza Aguirre y a Javier Fernández Lasquetty semanas antes de las elecciones autonómicas, apostando por un valor en alza en la Comunidad de Madrid y en su propio partido como Tomás Gómez. Para los que no lo recuerden, sepan que los resultados obtenidos por éste convirtieron en grandiosos los cosechados por Simancas cuatro años antes, lo que permitió al PP arrasar en este feudo. Apunten también que al ínclito van a hacerle la cama en breve desde su propia formación por sus prácticas y por sus éxitos gloriosos. Eso es tino.

Desgraciadamente, la CESM no es ya lo que era. Tampoco Amyts. Pero no se trata aquí de hurgar en la herida. Patricio Martínez es, como Amaya, un hombre honrado, al que también pretenden asestar la puñalada. Se la darán tarde o temprano los mismos que se la han querido dar a Amaya. En medio de todo esto, los médicos trabajan más; ganan menos y sufren en sus carnes los recortes de plantillas. ¡Qué desastre!