Teniendo en cuenta que la posibilidad de lograr una vacuna para enfermedades como el alzhéimer parece lejana, el principal objetivo de los investigadores es descifrar los mecanismos moleculares y los factores genéticos implicados en las enfermedades neurodegenerativas. Así, por ejemplo, se podría diagnosticar una demencia años antes de que se manifiesten los síntomas clínicos. Y, de este modo, el tratamiento permitiría enlentecer su avance. Éste ha sido uno de los principales debates del II Congreso Internacional de Investigación e Innovación en Enfermedades Neurodegenerativas (CIIIEN), celebrado en Barcelona. Como señaló José Ángel Obeso, de la Clínica Universidad de Navarra, la esperanza es que, antes o después, llegarán los tratamientos neuroprotectores. “Suponiendo que eso ocurra, será fundamental instaurar el tratamiento lo antes posible”.
Y para ello es necesario identificar biomarcadores que ayuden a detectar a las personas sin síntomas pero que desarrollarán una patología como el alzhéimer en unos años. “El problema es que diagnosticamos esta demencia muy tarde, cuando el proceso neurodegenerativo ya lleva años en marcha”, explicó Albert Lleó, jefe clínico de la Unidad de Memoria del Hospital Sant Pau de Barcelona. El escáner PET permite observar las placas de beta-amiloide en el cerebro en vivo. “Hay que realizarlo en unidades de demencia y en pacientes de menos de 65 años en los que se duda si tienen alzhéimer o no o si la demencia no sigue una evolución clásica. Aunque ahora hay una molécula en investigación que podría ser un buen marcador de la proteína TAU, que correlaciona mejor con el alzhéimer que la amiloide”, señaló Pascual Sánchez-Juan, del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander.
Por su parte, Ramón Trullas, del IDIBAPS-CSIC, presentó nuevos datos sobre su hipótesis del ADN mitocondrial en alzhéimer. Según esta teoría, publicada en 2013, habría una alteración del funcionamiento de las mitocondrias en las neuronas en fases muy precoces de la enfermedad. Así, un análisis del líquido cefalorraquídeo que detecte niveles reducidos de ADN mitocondrial podría ser un buen marcador. El grupo de Trullas ha analizado a 600 pacientes y han observado que la distribución del ADN mitocondrial se regula por actividad neural. “Esta alteración no la vemos en otras enfermedades neurodegenerativas. Creemos que es propia del alzhéimer. Estamos analizando a sujetos jóvenes con antecedentes familiares de esta demencia y que sabemos que tendrán la enfermedad. Y vemos esa reducción del ADN mitocondrial. Lo que no sabemos es si esto es un factor de riesgo o causa la demencia”. Si se confirma la fiabilidad del ADN mitocondrial como marcador, “se podría diagnosticar la enfermedad 20 años antes de que se empiecen a manifestar los síntomas”, señaló.
Factores genéticos
La presentación del trabajo de Juan Gispert, de la Fundación Pasqual Maragall, abrió el debate sobre el papel de los factores genéticos en las enfermedades neurodegenerativas. Gispert presentó nuevos datos preliminares de un estudio con una cohorte de personas sanas de entre 45 y 65 años y con antecedentes familiares de alzhéimer. “Hemos visto que hay un área del hipocampo que tiene un volumen más pequeño en las personas portadoras de alelos de riesgo del gen de la apolipoproteína E (APOE)”. Este gen está considerado el factor genético más importante conocido en el alzhéimer que no es familiar. “Quizás el hecho de que este gen sea un factor de riesgo se deba a esta disminución del volumen hipocampal”, añadió este investigador.
Por otro lado, una de las intervenciones más esperadas fue la de Michael Heneka, de la Universidad de Bonn (Alemania). Según este especialista, la inflamación de la microglía contribuye al deterioro cognitivo propio del alzhéimer. Y señaló que el control de los factores citotóxicos de la microglía activada en respuesta a una inflamación frena la neurodegeneración en animales.
El papel de las células madre
Las células madre han generado una gran esperanza (aunque todavía muy lejana) como opción terapéutica. Pero, también, porque permiten conocer mucho mejor los mecanismos de las enfermedades neurodegenerativas. Como explicó Isabel Fariñas, de la Universidad de Valencia, ya que de momento es impensable, por ejemplo, reconstruir las neuronas que se mueren en alzhéimer, el objetivo es que células propias liberen factores neuroprotectores que enlentezcan el curso de la enfermedad. “El problema es encontrar una fuente celular que se pueda expandir, ya que sabemos que no funcionan las células que no pertenecen al sistema nervioso”, apuntó esta experta.
En esta línea, Ángel Raya, director del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona, habló de su hallazgo de un modelo basado en células madre con pluripotencia inducida (Ips) que permite el estudio de enfermedades como el párkinson. Leslie Thompson, de la Universidad de California, enfatizó el papel de las células madre en la investigación de la enfermedad de Huntington. “Estas células nos permiten responder a preguntas imposibles de contestar hace pocos años. Gracias a ellas, podemos construir modelos de enfermedades que están más cerca de las enfermedades humanas que las que analizamos en ratones”.
¿La enfermedad de Huntington como taupatía? Esto es lo que sugiere un estudio llevado a cabo por José Javier Lucas, investigador del CSIC. Siempre se ha considerado que la corea de Huntington es una enfermedad que no pertenece a la familia de las taupatías, como sí forma parte de ella el alzhéimer, por ejemplo. Y que, por tanto, el Huntington no presenta mecanismos patogénicos comunes con estas últimas. Pero, como explicó José Javier Lucas, “hemos visto que la isoforma, la variante de TAU, en Huntington tiene un patrón atípico y común con una de las taupatías”. Esta taupatía es la demencia fronto-temporal y parkinsonismo ligado al cromosoma 17 (FTAP17). “Observamos que en Huntington está alterado el balance de isoformas de TAU con acúmulo en bastones nucleares. Se produce un incremento de las isoformas 4R y una disminución de las isoformas 3R tanto a nivel de ARNm como de proteína. Y hay acumulación de TAU en el estriado y la corteza cerebral”. Este descubrimiento abre la posibilidad a que herramientas farmacológicas en desarrollo para otras taupatías pudieran ser útiles en el caso del Huntington. Los resultados de la investigación se publicaron en la revista Nature medicine a mediados del pasado mes de agosto.