Investigadores de la Red de Investigación Cardiovascular (RIC), perteneciente al Instituto de Salud Carlos III, han demostrado que la administración de terpenos tras un infarto de miocardio consigue niveles de recuperación que dejan al corazón funcionalmente casi en la situación anterior al infarto. El estudio acaba de ser publicado en la revista Biochem Pharmacol.
Los productos naturales de naturaleza lipídica como los terpenos, omega 3, etc, tienen una amplia difusión como antiinflamatorios o en algunas actuaciones quimioterápicas. Sin embargo, en el campo cardiovascular hay muy poca experiencia con estas sustancias. Hace tres años, los investigadores de la RIC demostraron que al aplicar algunos terpenos a cardiomiocitos que habían sido sometidos a isquemia o hipoxia, éstas mantenían una alta viabilidad.
La investigación ahora publicada supone un paso más. Los investigadores de la RIC han aplicado terpenos a un caso de infarto en un modelo animal y no en células aisladas. Así, ligando la arteria coronaria ascendente izquierda durante 30 minutos, estos investigadores provocaron un infarto de miocardio y después, al mismo tiempo que reoxigenaban el corazón, procedieron a la adición de terpenos a dosis muy bajas (micromolares). Unos 5 o 10 minutos después del restablecimiento del flujo sanguíneo, estos animales presentaban una excelente función cardiaca manteniendo excelentes volúmenes de eyección, es decir, tenían mucho menor grado de infarto, reduciéndose un 88 por ciento el área infartada.
La principal novedad del hallazgo radica en que hasta ahora se habían probado moléculas cardioprotectoras pero, por lo general, añadidas antes de hacer la isquemia, es decir, antes de que se produzca el infarto de miocardio, mientras que el terpeno utilizado por los investigadores de la RIC actúa después del infarto.
Para medir los resultados, los investigadores han realizado comparaciones entre el grupo control y el de los animales que recibieron terpeno, valorando diferentes marcadores (función renal, función hepática, poblaciones linfocitarias, etc). A nivel cardíaco observaron una reducción del 89 por ciento en fibrosis a los 21 días y volúmenes de eyección (cantidad de sangre que el corazón es capaz de expulsar al contraerse) equivalentes a las de los animales no infartados, sin diferencias estadísticamente significativas. También han comprobado que el mecanismo cardioprotector implica una activación de la vía P3K/AKT.
El terpeno utilizado por los investigadores de la RIC se extrae de la sideritis fetenses, una planta crucífera muy abundante en España. El efecto cardioprotector es debido a modificaciones moleculares específicas introducidas en la familia de los diterpenos labdanos; por el contrario, los terpenos que no tienen esas modificaciones no son cardioprotectores. Además, las modificaciones en la estructura molecular han permitido minimizar su toxicidad a nivel celular, hasta el punto que se podrían incluso emplear concentraciones de esta sustancia diez veces mayores que la utilizadas en esta investigación. La síntesis química de esta sustancia es muy sencilla, lo que la convierte en un producto muy fácil de incorporar en estudios clínicos posteriores.
El siguiente paso que van a dar los investigadores de la RIC es, según explica Lisardo Boscá, coordinador del estudio, es “probar en animales diferentes actuaciones que permitan simplificar más la molécula y mejorar todavía más esta respuesta primaria cardioprotectora que hemos obtenido. Hay además parámetros de esta molécula que todavía están pendientes de valorar, por ejemplo si su farmacocinética es la óptima”. Respecto a si el paso a la utilización en humanos puede suponer dificultades añadidas, Boscá cree que todo lo contrario. “No se esperan grandes diferencias entre animales y humanos porque ya hemos utilizado algunas líneas de células cardíacas humanas que in vitro han permitido probar la acción protectora de esta sustancia frente a una situación de anoxia”, ha destacado.