Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’
El ‘tijeretazo’ con el que la vicepresidenta económica Elena Salgado ha obsequiado a su admirado sector sanitario va a producir unos efectos inesperados, más allá de los que se derivan del gran mordisco a las nóminas de todos los profesionales que trabajan en hospitales y centros de salud. Uno de ellos puede venir por la vía de los laboratorios y dar al traste absolutamente con el actual sistema de formación continuada que rige en España. El draconiano recorte aplicado a través de un salvaje descuento a toda la cadena del medicamento ha llevado ya a los directivos de alguna compañía farmacéutica a analizar posibles medidas de ahorro para sus empresas con las que satisfacer la voracidad recaudatoria del Gobierno en estos tiempos de déficit público. Entre las iniciativas barajadas han contemplado incluso la posibilidad de suspender el patrocinio de actos, eventos e, incluso, congresos científicos, así como los gastos de desplazamiento a los mismos que venían sufragando a los médicos. Facultativos aislados y, sobre todo, sociedades científicas, serían así las otras víctimas colaterales de la ineficiencia gubernamental en materia de contención del gasto, en lo que constituiría una rémora más que añadir a la drástica bajada que sufrirán sus salarios y a la presión asistencial que soportan por el aumento de la misma y la congelación de las plantillas.
Resulta muy probable que la sangre no llegue al río y que los laboratorios opten por otras alternativas antes de dar tan dramático paso, aunque es seguro que sus departamentos de marketing y de ventas serán dos de los más afectados por los recortes internos que se produzcan en cascada a partir de ahora. Con todo, la alegría de otras épocas en la organización de eventos languidecerá, como lo hará también el mecenazgo de publicaciones profesionales específicas de cada especialidad y el apoyo a la difusión científico-médica en general. Los investigadores tendrán más difícil compartir o difundir sus trabajos a partir de ahora. El problema es que al margen de la labor de las compañías, no existe en España sistema público alguno de formación continuada. ¿Ha calculado el ministerio lo que le costaría poner en marcha uno nuevo y aséptico ex novo? La respuesta es una incógnita tan grande como la labor que ha desplegado este departamento en materia de recursos humanos durante los últimos seis años. Nadie la conoce. Y lo llamativo es que fue el propio Ministerio de Sanidad el que, en los tiempos de Elena Salgado como ministra, allá por 2004, anunció en el Congreso de los Diputados su intención de levantar un modelo ajeno al lógico interés comercial de los laboratorios. A aquellas endebles palabras se las llevó el viento y España corre hoy serio riesgo de no contar con un modelo ni con otro. Es como lo de la alternativa al ‘ladrillazo’, pero en versión biomédica. Al final, queda la nada como única política.
Y aunque es cierto que muchas de las actividades de la industria en los últimos años han tenido un componente más comercial que formativo, también lo es que sin los laboratorios el reciclaje médico sería prácticamente inexistente y, con ello, el anquilosamiento de la medicina en España. La línea a seguir es la que está aplicando Farmaindustria a través del Código Ético y que la patronal, en calidad de árbitro, purgue las posibles prácticas irregulares, como está haciendo ya mediante severos apercibimientos a numerosas compañías. Ante las anomalías, lo razonable son las sanciones, pero no castigar a justos por pecadores.