| lunes, 25 de octubre de 2010 h |

Santiago de Quiroga, Presidente y editor de GM

Bernat Soria era el ministro del que José Luis Rodríguez Zapatero dijo que debíamos sentirnos orgullosos. Con el tiempo, ni siquiera él mismo estaba orgulloso, y lo cesó. Rodríguez Zapatero nos vendió luego que era Trinidad Jiménez la que nos guiaría por la senda de la Sanidad y la sostenibilidad, pero nos falló una vez más. Jiménez necesitaba un poco de fama, un poco de gripe A, y así intentar arrebatarle a Tomás Gómez su candidatura por Madrid. La nueva ministra de Asuntos Exteriores no legisló ni lo que anunció: la que iba a ser la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición, sacada de un cajón en septiembre para ser aprobada en diciembre (esperemos, claro). Y llega el acontecimiento interplanetario (estoy soltando una carcajada, perdonen ustedes) a la Sanidad. Sí, es interplanetaria la poca consideración de Rodríguez Zapatero hacia el sector. Cuando la ministra Leire Pajín diferencie una cápsula de un comprimido o una radiografía de una resonancia, vendrán las elecciones generales, y será catapultada con su presidente al espacio sideral.

Nunca una cartera fue tanto el pago de una lealtad. Con todo, la ministra Pajín fue lista cuando en el acto de toma de posesión pidió una oportunidad que el sector le dará, seguro. Sanidad es ahora un ministerio de pandereta que debería ser eliminado, y yo no quiero ser cómplice del silencio de otros. Este oprobio no lo aguanta ni la madre que lo parió, Rodríguez Zapatero.