Emilio Bouza,
Jefe del Servicio
de Microbiología Clínica
del HGU Gregorio Marañón
| viernes, 15 de enero de 2016 h |

Las infecciones que un paciente adquiere durante su estancia hospitalaria y como consecuencia del quehacer médico siguen siendo un problema mayúsculo y afectan a más de 6 de cada 100 pacientes que ingresan en un centro de España para ser tratados de otro proceso. Las más importantes son las infecciones de la herida quirúrgica, las neumonías que se adquieren dentro y fuera de las Unidades de Cuidados Intensivos, las que se asocian a la sonda urinaria, las que tienen relación con la infección de catéteres y dispositivos endovasculares y las diarreas causadas por Clostridium difficile. Sus consecuencias incluyen entre otras: una prolongación de la estancia hospitalaria, la necesidad de nuevos procedimientos diagnósticos y terapéuticos, frecuentemente el aislamiento de otros pacientes en el hospital y, en ocasiones, la propia muerte. Su coste económico es formidable y su control constituye uno de los mejores estándares de calidad de un sistema sanitario y uno de los elementos más relevantes en la tan frecuentemente exhibida “seguridad del paciente”.

Los hospitales, no son ya exclusivamente las instituciones que sufren este problema y hoy ampliamos el concepto de infección nosocomial al de infección relacionada con el sistema sanitario, incluyendo entre los lugares de adquisición muchas instituciones distintas de los hospitales convencionales donde se agrupan pacientes para recibir alguna forma de tratamiento como son los centros de diálisis, las residencias de ancianos y otras instituciones.

Si las autoridades sanitarias buscan un área donde mejorar la calidad, podrían pensar que hay pocos terrenos donde puedan mejorarse las cosas mientras se reducen los gastos. Pocas veces pensamos que una prótesis de cadera infectada cuesta, sólo en dinero, más de 50.000 euros, que una neumonía nosocomial puede suponer un extra gasto de 25.000 euros y que una bacteriemia relacionada con el catéter anda alrededor de los 18.000 euros por episodio que han de añadirse al coste de una estancia. Todo ello sin poner un precio ni al sufrimiento humano ni a la misma muerte.

Se pregunta uno por qué nuestros políticos, tan aficionados a politizarlo todo, no politizan este problema. Por qué no lo hacen suyo, por qué no imitan a sus colegas británicos y lo llevan al parlamento y por qué no potencian directrices que vayan más allá del registro de algunas cifras, creando exigencias para su control apoyados por una inversión mínima. Hoy se calcula que pueden prevenirse un 50 por ciento de esas infecciones. Con lo ahorrado podrían mejorar muchos de los problemas de financiación del sistema sanitario español. El día que la política se ocupe de los problemas reales de la Nación, estoy seguro que este será uno de ellos.

Se pregunta uno por qué nuestros políticos, tan aficionados a politizarlo todo, no politizan este problema