En diversas comunidades autónomas y, ahora, de forma masiva en Cataluña, se han producido o están produciendo traslados masivos a Atención Primaria (AP) de enfermeras que han desarrollado buena parte de su actividad profesional en los hospitales.
Desde mi perspectiva, es nuevo error de los responsables sanitarios que merma la AP y, especialmente, a los centros de salud, sobre todo si son masivos como esta sucediendo estos días en el ICS en Cataluña, pero que en otros momentos ha sucedido en otras comunidades.
Cualquier proceso de traslado tiene una repercusión negativa para los pacientes. Uno de los grandes potenciales que tiene la AP es la ‘longitudinalidad’, que el paciente sea atendido a lo largo del tiempo por los mismos profesionales de referencia. Esto no solo aporta satisfacción, sino mejores resultados y procesos mas eficiente.
Es muy importante desde la gestión sanitaria favorecer la continuidad de los profesionales sanitarios de AP para garantizar la continuidad asistencial. Ademas, los cambios de porcentajes significativos de profesionales en un centro o en cualquier organización genera un desorden organizativo que repercute negativamente en el buen funcionamiento los mismos.
Y lo más grave de estos procesos de traslado de profesionales de los hospitales a los centros de salud es que buena parte de las enfermeras de hospital son expertas profesionales en su ámbito y tiene altísimos niveles competenciales, pero no tiene la formación ni la experiencia del trabajo en AP y, muchas veces, son desconecedoras de lo que significa el trabajo de referente de salud de un colectivo de personas, del trabajo en los domicilios y en la comunidad o en el abordaje de los pacientes frágiles o pluripatológicos y ni siquiera las herramientas informáticas que son propias de la AP y hoy en día imprescindibles para una buena atención. También es cierto que suelen trasladarse con ilusión y voluntad de adquirir las competencias necesarias, pero el rol de las enfermeras de familia no tienen nada que ver con el que puedan desempeñar en el ámbito hospitalario. Las enfermeras de familia son las referentes de los pacientes, tiene competencias en la promoción, prevención y el cuidado de las personas y son clave para fomentar el autocuidado de los pacientes o para la atención de uno de los grandes retos del sistema, la atención a los pacientes crónicos complejos.
Es necesario, a mi entender, regular la categoría profesional de las enfermeras, como han hecho en Murcia y Valencia en relación a las enfermeras de familia y comunitarias y desarrollar —como han hecho los especialistas en medicina familiar— la evaluación de las competencias profesionales, de este colectivo además de consolidar su especialidad.
Entonces, ¿por qué las autoridades sanitarias facilitan estos procesos masivos, que en nada favorecen la longitudinalidad, el buen desarrollo de nuestros centros de salud y que pueden repercutir negativamente en los pacientes y en el conjunto del sistema?
Hay que favorecer
la continuidad de los sanitarios de AP para garantizar la longitudinalidad