José Sabán RUIZ,
Coord. U. Endotelio y Med. Cardiometabólica. H. U. Ramón y Cajal
| viernes, 04 de marzo de 2016 h |

En los últimos 15 años ha emergido con fuerza el término cardiometabólico pero muchos desconocen sus orígenes y lo que es más curioso, su verdadero significado. Después de una aparición fugaz en relación con la obesidad en el año 2000 por Pescatello y VanHeest, empieza a aplicarse el término a dos conceptos estrechamente relacionados con el Síndrome Metabólico, pero diferentes entre sí. Estos son ‘Síndrome Cardiometabólico’ (2001), que le asociaba la disfunción endotelial, y ‘Riesgo Cardiometabólico’ (2005) que abarca además la hipercolesterolemia, el tabaquismo y la historia familiar de enfermedad coronaria precoz.

Para cerrar el puzle cardiometabólico, en 2006 entra en escena la llamada Medicina Cardiometabólica (MCM) también conocida como ‘Salud Cardiometabólica’. Esta nueva medicina, multidisciplinar (internistas, cardiólogos, vasculares, endocrinos, genetistas y biólogos entre otros) es más predictiva, preventiva, anticipativa, personalizada y precisa que la medicina cardiovascular clásica. Está muy desarrollada en EE.UU., Holanda, Reino Unido, Suiza, Italia…, pero es tremendamente desconocida en nuestro país por confundirse con frecuencia con la medicina cardiovascular clásica con la que guarda similitudes pero también importantes diferencias. En primer lugar mientras ésta se apoya en la epidemiología, la MCM se apoya en datos objetivos que implican a la genética de un lado y a los mecanismos lesionales por otro, incluyendo la disfunción endotelial y la rigidez arterial además de los marcadores de aterosclerosis incipiente (IMT/ABI). En segundo lugar mientras que la primera se centra más en la prevención secundaria, la MCM lo hace en la prevención primaria, prestando especial cuidado al paciente que cabalga por la llamada ‘zona gris’ o zona limítrofe. En tercer lugar, mientras la medicina cardiovascular clásica se centra en la dieta y el peso, la MCM prioriza la actividad física con independencia del peso, si bien reconoce todos los beneficios que el peso ideal conlleva. El beneficio intrínseco de la actividad física tiene como sustrato fisiopatológico la mejora de la resistencia a la insulina, y como sustrato clínico funcional una mejora del fitness cardiorrespiratorio, cuyo valor es el mejor parámetro predictivo de mortalidad por todas las causas.

Por último, hay una interconexión entre la MCM y la Medicina Antiaging que la medicina cardiovascular clásica no tiene. Una relación que tiene como base fisiopatológica la llamada teoría vascular del envejecimiento humano, documentada hace un lustro por Le Couteur y Lakatta.

Con todo lo anterior en mente, el término cardiometabólico gana muchos enteros y todos podremos decir lo mismo cuando lo utilizamos. Cuando lo hacemos en relación con el Síndrome Metabólico nos añade los matices anteriormente expuestos y cuando lo empleamos como una nueva forma de medicina es mucho más que la suma de cardiovascular y metabolismo, implica notables mejoras en objetividad, precisión y seguridad.

La MCM es desconocida
en nuestro país por confundirse con la medicina cardiovascular clásica