La apuesta decidida por el conocimiento científico es un elemento fundamental para el desarrollo económico de los países. Como tantas veces se ha repetido, los recursos que se dedican a la I+D+i no deben considerarse como un gasto, sino como una inversión. Sin embargo, las cifras de España reflejan una cultura bien diferente. En épocas de crisis, cuando toca recorte de gastos, la partida correspondiente a la investigación es una de las primeras afectadas. Y en épocas de bonanza tampoco aprovechamos para acercarnos, aunque sea un poco, a la media europea.
En investigación, tenemos que aprender de los mejores. A nivel macroeconómico, aprender de los mejores consiste en tener una estrategia nacional de investigación clara y estable, independiente de los ciclos políticos, con una visión a largo plazo que tenga como objetivo no sólo incrementar los recursos dedicados a la I+D, sino también modificar la cultura de impotencia y resignación tan frecuente en la ciencia española.
No sirve de nada seguir elaborando listados de medidas para solucionar el problema de la investigación en España. Todo el mundo conoce cuáles son las medidas efectivas, pero por distintas razones no se ponen en práctica. Ahí también debemos aprender de los mejores. Es este caso, de los mejores equipos de investigación de nuestro país, que han tenido el coraje de pasar de la teoría a la acción. Como quedó patente el Foro de Ciencia “Reflexiones sobre la I+D en España: cómo salir del atolladero”, organizado recientemente por la Fundación Lilly, los equipos españoles más punteros establecen prioridades, se especializan, concentran (no dispersan) sus recursos, miden y evalúan los resultados, fomentan la competitividad, establecen incentivos, premian la excelencia, atraen el talento de fuera e intentan no perder el propio. Esto último, porque saben bien que “los retornos” en investigación (también en el caso de los jóvenes investigadores) son a largo plazo.
Estimular la excelencia es también el objetivo de los Premios Fundación Lilly de Investigación Biomédica, que van por su XIV edición y ya han reconocido la labor de 28 de los mejores científicos españoles. Los dos galardonados de este año, los profesores Miguel Beato y Elías Campo han encabezado proyectos de gran envergadura en el Centro de Regulación Genómica y en el Instituto de Investigación Biomédica August Pi i Sunyer (IDIBAPS), respectivamente. Ambos investigadores han sido capaces de demostrar que “se puede hacer”: ellos mismos han aprendido de los mejores investigadores internacionales, han creado equipos potentes y han llevado a la práctica el viejo tópico de la investigación traslacional bidireccional: aquella que reconoce que el conocimiento de las bases moleculares de las enfermedades es un requisito indispensable para practicar una medicina orientada a los pacientes individuales. Y al mismo tiempo, que es de los problemas médicos más relevantes de donde deben partir las preguntas que dirijan el esfuerzo de la investigación realizado en el laboratorio.
Todo el mundo conoce cuáles son las medidas efectivas, pero por distintas razones
no se ponen en práctica