vicesecretario general de CESM viernes, 29 de agosto de 2014 h
Uno de los debates más interesantes que se han mantenido en los últimos meses, en lo que a gestión de los servicios públicos de sanidad se refiere, está relacionado con lo que puede significar la Gestión Clínica, tanto en el mantenimiento y mejora de la eficiencia y la calidad en el SNS, como en la motivación e implicación de los profesionales en los objetivos del sistema, dándoles más responsabilidad, a la vez que más autonomía y capacidad de decisión en la gestión de todo el proceso asistencial, más allá de la vertiente clínica que ya les es propia. Es una estrategia en la que ya ha habido un principio de entendimiento entre el ministerio de Sanidad y el Foro de la Profesión.
Ahora viene lo difícil, llevarlo a la práctica porque “el gato escaldado del agua caliente huye”. Y es que ya han sido muchas las veces que con argumentos similares se han defraudado las lógicas expectativas profesionales. Demasiadas las ocasiones que se han perdido para que la participación profesional se haga realidad.
Es una evidencia que sin la implicación real de los profesionales no es posible mejorar la eficiencia, mantener la calidad ni hacer sostenible un SNS con las características que consagraba la Ley General de Sanidad.
También es cierto que hay una resistencia natural al cambio en los profesionales. Pero mucho más preocupante, y eso la historia reciente lo avala, es la de los gestores a perder poder y la de los políticos a no utilizar la sanidad con criterios partidistas. Que los profesionales puedan hacer su trabajo de manera independiente, sin prejuicios, sólo en interés del paciente y de la sociedad en su conjunto, es un serio handicap para aquellos. Que las organizaciones que los representan puedan ejercer sin trabas sus funciones, lejos de servilismos, les preocupa. Es mucho “el poder” que tienen que ceder, y no lo van a poner fácil.
La participación no sólo se logra dando más autonomía a estas fórmulas organizativas, sino haciéndolas más participativas. No necesitamos capataces a su frente, sino líderes.
Por eso, tampoco, sus responsables pueden ser elegidos como cargos de confianza del gerente de turno. La resistencia al cambio solo se vence generando confianza, con transparencia en las decisiones, con información veraz, reconociendo el esfuerzo y la implicación de cada uno de los profesionales. Si no aprovechamos la oportunidad para que todos nos sintamos partícipes de este proceso, habremos vuelto a perder una magnífica ocasión para modernizar el SNS y para que, además de para los pacientes, sea atractivo para los profesionales.
Creo que es un buen reto para el curso que comienza, que no admite atajos, porque la participación tiene que ser para mejorar, no para justificar más recortes, más sacrificios, ni disfrazar intereses bastardos.
Es una evidencia que sin la implicación de los profesionales no es posible mejorar la eficiencia