Por Alfredo Carrato, miembro del Grupo de Expertos en Nutrición del Paciente Oncológico (GENPO), catedrático y jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario Ramón y Cajal.

El cáncer es una de las enfermedades de mayor importancia sanitaria, por su frecuencia, por el impacto que tiene sobre la calidad de vida del paciente y su familia y por su alta mortalidad. En los últimos años, han mejorado los índices de mortalidad gracias al diagnóstico precoz, los avances en los tratamientos oncológicos y de soporte del paciente, para lo que es fundamental un adecuado tratamiento nutricional, tal y como se recoge en las recomendaciones de un informe elaborado por el Grupo de Expertos en Nutrición del Paciente Oncológico (GENPO).

Los pacientes con cáncer tienen un mayor riesgo de padecer desnutrición, debido tanto a los efectos inducidos por el tumor, como a las consecuencias de los tratamientos con cirugía, quimio o radioterapia. El reconocimiento temprano del riesgo de desnutrición y una intervención nutricional precoz y periódica, en pacientes oncológicos puede estabilizar o revertir la pérdida de peso desde un 50% a un 88% de los casos. Por ello, el tratamiento nutricional debe ir encaminado en primer lugar a realizar un adecuado consejo dietético, que incluya también aspectos del estilo de vida, como la realización de ejercicio físico adaptado a la situación del paciente.

Aunque la nutrición es un importante componente del manejo multimodal del cáncer, estudios recientes europeos muestran que sólo entre un 30-60% de los pacientes con cáncer que están en riesgo de desnutrición reciben un tratamiento nutricional adecuado. La desnutrición del paciente oncológico ha de constituir un elemento prioritario y transversal en el marco de las estrategias y políticas de salud.

La evaluación nutricional del paciente con cáncer debería convertirse, junto a la temperatura, presión arterial y frecuencia cardíaca, en la cuarta constante vital

Un adecuado estado nutricional en el paciente con cáncer mejora su calidad de vida, su tolerancia a los tratamientos contra el tumor y disminuye las complicaciones y la mortalidad. Instaurar un sistema de detección precoz mediante una herramienta de fácil aplicación para profesionales y una adecuada intervención nutricional, conseguiría ahorros de costes que podrían alcanzar hasta 48 millones anuales en un hospital de alrededor de 1.000 camas, además de lograrse un retorno social positivo.

La evaluación nutricional del paciente con cáncer debería convertirse, junto a la temperatura, presión arterial y frecuencia cardíaca, en la cuarta constante vital, pues influye decisivamente en la tolerancia y eficacia de los tratamientos del cáncer, que sigue constituyendo una de las principales causas de morbimortalidad del mundo.

La nutrición parenteral suplementaria debe tenerse en cuenta no como un tratamiento que se implementa al final de la vida del paciente, sino como una intervención eficaz y preferida por el propio paciente a la nutrición enteral, generalmente por sonda nasogástrica, que además es coste-efectiva.