Los sistemas de salud de todo el mundo continúan lidiando con los impactos sanitarios, sociales y económicos que colean de la pandemia de la COVID-19. A lo que se le suma los efectos de la invasión rusa de Ucrania que ha empujado al mundo a una crisis mundial de la energía. A medida que se desarrollan estas crisis, el cambio climático aumenta sin cesar y sus impactos son cada vez peores. Tanto, que están afectando cada vez más los cimientos de los sistemas de salud.
The Lancet ha presentado el séptimo informe anual mundial ‘Countdown on Health and Climate Change’-cuenta atrás sobre la salud y cambio climático- con conclusiones más que contundentes. Y es que alerta que el cambio climático está socavando todas las dimensiones de la salud monitorizadas, aumentando la fragilidad de los sistemas de salud y la vulnerabilidad de las poblaciones.
Según destaca el análisis entre 2021 y 2022 se registraron temperaturas récord en España y otros países europeos, aumentando la exposición a olas de calor en un 57 por ciento en el periodo 2010-2019 en comparación con el periodo 2000-2009.
Este excesivo aumento de temperaturas supone un alto riesgo de mortalidad y morbilidad para las poblaciones más vulnerables (mayores de 65 años, embarazadas, personas con patologías y menores de un año) que estuvieron expuestas a muchos más días de calor lo que provocó en ocasiones patrones del sueño alterados y golpes de calor. El informe indica que la mortalidad relacionada con las altas temperaturas ha aumentado en el 94 por ciento de las 990 regiones vigiladas, como consecuencia del calentamiento observado entre 2000 y 2020.
Asimismo, los fenómenos meteorológicos extremos, están afectando cada vez más a la salud física y mental directa e indirectamente, con pérdidas económicas que sobrecargan a los países de bajos ingresos. El cambio climático también está exacerbando el riesgo de brotes de enfermedades infecciosas, enfermedades respiratorias y dolencias cardiovasculares.
La investigación también pone de manifiesto que la seguridad alimentaria en muchas zonas del planeta se está viendo amenazada e incrementan la desnutrición por la reducción de las cosechas. Y es que que suban las temperaturas tiene un impacto en los ecosistemas, lo que significa que la agricultura se ve afectada. En concreto, un 29 por ciento de la superficie de la Tierra se ha visto afectada por sequía extrema entre 2012 y 2021, en comparación con el período de 1951-1960, lo que causa inseguridad hídrica y alimentaria.
“El estudio demuestra que durante 2021 y 2022, los eventos climáticos extremos provocaron inundaciones, incendios forestales y temperaturas récord, causando estragos en todos los continentes, añadiendo más presión a los servicios de salud que ya estaban lidiando con los impactos de la pandemia de COVID-19” ha subrayado Leda Pedelini Gassmann, directora Máster en Epidemiología y Salud Pública de la Universidad Internacional de Valencia – VIU.
Además, la epidemióloga ha remarcado que la evidencia ya muestra que debido al calor se están multiplicando la aparición de enfermedades infecciosas. Las aguas costeras son cada vez más adecuadas para la transmisión de patógenos Vibrio, causantes del cólera; el número de meses aptos para la transmisión de la malaria aumentó en un 31,3 por ciento en las zonas altas de América y un 13,8 por ciento en las tierras altas de África desde 1951–60 hasta 2012–21, y la probabilidad de transmisión del dengue aumentó en un 12 por ciento en el mismo período.
Por todo ello, el informe incide en que se necesita una acción urgente para fortalecer la resiliencia del sistema de salud y para prevenir una los fallecimientos provocados por el cambio climático, que aumenta rápidamente.
Así coinciden los expertos entrevistados, Leda Pedelini Gassmann, ha insistido en que con las políticas actuales nos encaminamos a un aumento catastrófico de 2,7 °C para final de siglo.
“Debemos acelerar las medidas de mitigación y adaptación para prevenir los efectos en la salud”
Leda Pedelini Gassmann, directora Máster en Epidemiología y Salud Pública de la Universidad Internacional de Valencia – VIU
Además ha defendido que aunque el compromiso con la salud y el cambio climático ha aumentado en 2021, todavía falta más empeño a nivel político y de la población en general.
Por su parte, Laura Mezquita, coordinadora del Grupo de Trabajo SEOM de Cáncer, Trabajo y Medioambiente ha indicado que los médicos deben incrementar la sensibilización sobre el tema ya que según indica, se encuentran en una posición muy favorable para poder hablar sobre ello. “También debemos generar evidencia para tener más datos, hay que hacer mucha más investigación dirigida, ver qué impacto social, qué impacto médico, qué impacto incluso en el tratamiento o en el pronóstico de los pacientes tiene el cambio climático”.
El estudio ha sacado a la luz que, solo 48 de 95 países evaluaron sus necesidades de adaptación al cambio climático y solo 60 países aumentaron la implementación para la gestión de emergencias sanitarias en 2021 tras los impactos de la COVID-19.
Cambio climático y cáncer
De cambio climático y cáncer se habla desde hace relativamente poco tiempo, así lo indica Laura Mezquita. Y es que muchas veces se intercambia el concepto por contaminación atmosférica, por lo que casi todos los datos que hay en cáncer tienen que ver en ese sentido.
Asimismo, Mezquita ha remarcado como notorio que el cambio climático aumenta la exposición a carcinógenos y de esta manera impacta en el cáncer.
“El calor extremo, los contaminantes que hay en el aire o la radiación ultravioleta son factores de riesgo de cáncer provocados por el cambio climático”
Laura Mezquita, coordinadora del Grupo de Trabajo SEOM de Cáncer, Trabajo y Medioambiente
Son el cáncer de pulmón y el cáncer de piel, los tumores más relacionados con este problema debido a las partículas del aire, diferentes agentes químicos y radiación. Además, según ha explicado, estos carcinógenos tienen riesgo lineal, es decir a mayor tiempo de exposición, mayor cantidad de exposición, mayor riesgo.
Por otro lado, la oncóloga ha indicado que el cambio climático afecta en el acceso a los cuidados de oncología en algunas zonas de huracanes o catástrofes naturales -no es el caso de España-. Como ocurrió con la crisis sanitaria de la COVID-19, cuando sucede un desastre natural el acceso a los hospitales para que los pacientes reciban sus cuidados y sus tratamientos oncológicos se convierte en toda una “odisea”.
Por último, indica que no se tienen a día de hoy los suficientes datos de cambio climático y cáncer, ya que se necesitan periodos de latencia largos y hace falta un poco más de tiempo para analizar en datos como afecta concretamente a los tumores.
“Tenemos que establecer alianzas con otros grupos que llevan más tiempo trabajando con el cambio climático e investigar y generar evidencia en cáncer y cambio climático en nuestro país”, ha apostillado.