Son muchas veces las que por trabajo nos desplazamos a conocer plantas de producción de diversas compañías farmacéuticas. En esta ocasión, el viaje nos ha llevado al corazón de la Toscana, donde Aboca tiene cultivadas extensas hectáreas de salud natural. Sí, esta compañía se nutre de la naturaleza para combatir problemas de salud de diversa índole.
En pleno debate sobre las pseudociencias, esta compañía se desliga de toda polémica por varias cuestiones. La primera porque no hace medicamentos sino productos sanitarios. La segunda, porque a pesar de no ser necesarios desde el punto de vista regulatorio, sus productos llegan al mercado acompañados de estudios clínicos que avalan su seguridad y eficacia. Por ello y por otras cuestiones regulatorias, destierren la idea de que estamos ante una empresa que intenta hacer dinero con la salud de la población porque están ante un proyecto que eleva a la salud por encima del beneficio económico.
La filosofía que emana la compañía abraza el vocablo innovación desde una óptica transgresora. La primera piedra de esta novedosa pirámide sanitaria radica precisamente en su fundador, Valentino Mercati. Él era un hombre multimillonario gracias al negocio de la automoción. Sin embargo, en la década de los 70 llegó a la conclusión de que el sector al que estaba ligado era sinónimo contaminación ambiental y saludable. Fue entonces cuando cambió radicalmente su modelo de vida y, mirando hacia la frondosidad de la Toscana, concluyó que ahí estaba parte de la solución. Fueron los inicios de Aboca, en el año 1978. La compañía se nutre de la naturaleza sin amenazarla y proporciona salud de la manera más natural posible. Grandes valores para un mundo donde el capitalismo impera y devora a sus hijos como si fuese la peor versión de Baco.
Cuando merodeas por sus más de 1.400 hectáreas se comprueba que la naturaleza es el principal patrimonio de esta compañía. Pero a poco más que se indague se puede comprobar que tradición y futuro se dan la mano en sus instalaciones. Sus laboratorios, donde analizan cada detalle de sus plantas medicinales y su interacción en el metabolismo humano, son vanguardia en una tecnología que cada día nos amenaza con quedar desfasados. Y todo ello con un riguroso mimo por el ecosistema donde se desarrollan y, por cierto, con un compromiso social y económico con la región donde se encuentran instalados.
PÍLDORAS
La forma que tienen de llegar al mercado es a través de la farmacia. Si, además, los propietarios de estos establecimientos están comprometidos con la salud y el consejo sanitario, podrán formar parte de su red de farmacias (Apoteka). La única condición es que sepan guiar al paciente perdido a través de las posibilidades sanitarias más que venderles un producto concreto. Y esto pasa por derivarles al médico si la situación lo requiere. La filosofía de este método de abordar el mercado entronca con la filosofía de la empresa: buscar la salud de la manera más natural posible.
Dentro de su abanico de productos se encuentran los que combaten la tos, la acidez, el estreñimiento, el sueño o el colesterol pero también miran con esperanza a patologías mucho más complejas como el cáncer. Todavía es una investigación en fase incipiente y por tanto cabe ser precavidos, pero no se les debe perder de vista. Grandes compañías farmacéuticas ya lo hacen, como es el caso de Sanofi, y otras viajan a la Toscana con asiduidad para conocer su knowhow.
Aboca comprime en el corazón de Italia un triángulo virtuoso cuyos vértices son tradición, tecnología y medio ambiente. Una visión filosófica que desborda con sus productos el modelo llave-cerradura para abrazar un modelo sistémico que responde mejor a la naturaleza humana. Y uno de los mayores méritos de esta idea lo tiene un hombre que lo tenía todo pero no se quiso conformar.